Podría ser el título de un relato erótico, pero, en este caso, me temo que está muy lejos de este género, aunque no le falta pasión, por lo menos, por parte del autor; por parte de Catalina, la verdad es que desconozco sus verdaderos sentimientos.
Hace un año teníamos cometas en el cielo, pero uno destacaba por encima del resto que eran visibles, todos ellos mediante instrumentos ópticos. Se trataba del cometa Lovejoy C/2014 Q2, que llegó a observarse a simple vista, sin demasiada espectacularidad, como si la bóveda celeste quisiera darme la bienvenida a retomar la fotografía astronómica desde mi nuevo hogar y animarme a la planificación de las actividades de divulgación astronómica y de astroturismo que desarrollaría durante todo el año 2015.
Para aquellos que no lo visteis, bueno,… fue un cometa de los que los aficionados a la astronomía solemos llamar «brillante», pero no nos equivoquemos: si buscáis fotografías por Internet de este cometa, os parecerá espectacular, pero es que la astrofotografía, incluso, con medios modestos, devuelve actualmente resultados espectaculares gracias a los detectores electrónicos.
Lo cierto es que, a simple vista y desde un entorno que, aunque de una pequeña población, presenta polución lumínica —especialmente, destacable la proveniente de la ciudad de Castellón, a menos de 20 km—, pues, defraudó un poco.
Los que son unos volcados al estudio y seguimiento de cometas, normalmente, más débiles, disfrutaron bastante, pero lo cierto es que los que no somos unos devotos del estudio de cometas y, especialmente, los profanos de la observación o aquellos que son un poco nuevos en esto de mirar las estrellas, seguro que se llevaron cierta desilusión al encontrarlo entre las estrellas y observarlo.
Algunos de los que somos más viejos, y que éramos unos críos o adolescentes cuando pasó el cometa Halley en 1986, tenemos otra perspectiva. El Halley, como sabéis, es un cometa periódico que vuelve cada 76 años aproximadamente, y que es famoso en la astronomía por dos motivos: el primero es porque fue el primer cometa cuyo retorno fue predicho (por el señor E. Halley, amigo del mismísimo Newton) —motivo por el cual ostenta la nomenclatura 1P/Halley— y, en segundo lugar, porque algunos de sus pasos han sido espectaculares, especialmente, el de 1910, en el que la Tierra atravesó la cola de millones de kilómetros de esta bola de nieve sucia y, ahora ya, lugares para explorar desde que el año pasado Philae y Rosetta tuvieran una aventura íntima con el P/67.
Seguir el cielo y lo que acontece en él desde aquellos tiempos tiene su premio. En primer lugar, el felicitarse por estar aquí y disfrutar de lo que nos otorga la propia existencia y ese espectáculo nocturno que asoma cada noche tras el crepúsculo y, en segundo lugar, haber tenido la oportunidad de disfrutar de funciones celestes espectaculares.
Dos de esas funciones, y como recompensa al triste y casi desapercibido paso del cometa Halley en 1986, fueron los pasos de dos cometas en 1996 y 1997: el C/1996 B2, Hyakutake y el C/1995 O1 Hale-Bopp. Eso sí fueron cometas espectaculares, de los que esperas ver uno, al menos, una vez en la vida. Fueron dos y en años seguidos.

El primero presentó una cola fina, que se extendió por buena parte de la bóveda celeste durante semanas a principios de 1996, y el segundo, descubierto lejos del Sol y por tanto esperado, nos mostró un núcleo intenso, arrastrando las típicas dos colas, una de polvo y otra de gas, presentes en estos astros, durante marzo y abril de 1997.

Su visión, saliendo con las colas por delante, por detrás de una de las montañas que rodean el Mas de Borràs, en Villahermosa, fue imponente. Poco nos importaba a los que nos habíamos desplazado allí que la observación fuera de madrugada, antes de clarear el día.
Después, ha habido otros tantos cometas desde nuestras latitudes que han querido imitarles, de los que se ha esperado bastante, pero que, al acercarse al Sol o a nuestro planeta tras el perihelio, no han llegado, ni de lejos, a su espectacularidad; quizás, cabría citar el Holmes, por su peculiar intensidad de brillo del núcleo y su aspecto de bola, un objeto extraño propio de películas de Star Trek y sus encuentros con objetos extraños, que resultan ser conspiraciones Klingon.
Catalina C/2013 US10 no ha pretendido nunca ser un aspirante a cometa espectacular, pero sí ha sido un cometa fotogénico y que está rozando la localización a simple vista, tras el perihelio, a principios de este año. Desde lugares muy oscuros, es posible localizarlo, pero, desde las cercanías de una población, tendremos que recurrir a unos prismáticos para poderlo observar.

El tiempo atmosférico había sido relativamente malo en diciembre, antes del perihelio del cometa, y la posibilidad de seguirlo y tomar una imagen, imposible, amparado en la madrugada, cerca de la constelación primaveral de Leo, o bien la Luna, o bien las nubes me impidieron una cita con Catalina.
Sin embargo, la noche de Reyes de 2016 parecía que las condiciones atmosféricas eran muy buenas y, si a las 19:00 h, hora local, estaba ya tomando unas imágenes resultonas de la nebulosa de Cabeza de Caballo (Barnard 33) en Orión, a las 23:00 h estaba fotografiando la galaxia Messier 109 en la Osa Mayor (un nuevo objeto para completar mi peculiar catálogo Messier). Todo parecía ir bien y, a las 2:00 h de la mañana, localizaba a Catalina, muy bajo aún en el horizonte del programa The Sky 6 (que utilizo para maniobrar el telescopio) y, lógicamente, aún muy bajo en el horizonte real, tanto que, de hecho, aún no consigo localizarlo con prismáticos desde el exterior, pero inicio las tomas.
Como si fuera un mal presagio, en ese momento, empieza a levantarse viento. Aquellos que practicáis la fotografía a través de telescopio ya sabéis qué implica esto: tomas y tomas posiblemente desperdiciadas y tiempo invertido en su selección. Aunque van pasando las horas y la Luna, bajo el horizonte aún, está muy lejos, finalizo las tomas sobre las 3:00 h de la madrugada. Poca exposición, de tres minutos cada una, movidas, apenas puedo sacar algo aprovechable, pero lo tengo. Tengo a Catalina.

Catalina sólo será visible, de forma algo vistosa, durante las primeras semanas del mes de enero, después, su camino hacia los confines del sistema solar, la nube de Oort, provocarán que se vaya esfumando lentamente hasta desaparecer de nuestros instrumentos, incluso más potentes.

En ese momento, me doy cuenta de que un gran número de objetos Messier están a tiro, muchos de ellos aún sin capturar por mi modesto 15 cm. Un poco más al norte de Catalina, tengo al precioso cúmulo globular M3, al que inmortalizo con 15 exposiciones de tres minutos. Los globulares son agradecidos y, con exposiciones cortas, se muestran con gran esplendor. Pero, además, también son objetos agradecidos de observar en visual, que no nos deberíamos de perder. No me viene a la cabeza ningún globular que no merezca la pena y, si alguno lo parece, es porque el cielo no es el adecuado para él.

Me doy cuenta de que, hacia el horizonte NE, asoma la constelación de Hércules, con los famosos globulares Messier 13 y Messier 92 (ya capturados el año pasado), y Messier 5 más hacia el Este. Messier 5 es un globular impresionante que aún no había capturado y que dejaré para después, cuando esté algo más levantado del horizonte. Observo en el monitor el enorme número de galaxias que tengo pendientes en Virgo, un montón de objetos Messier que se agolpan esperándome en esa zona del cielo, pero no para esta noche.

A las 4:21 h localizo otro cúmulo globular, aparentemente más modesto, que es Messier 53, un poco más al norte que el impresionante Messier 5, y le hago la misma secuencia de 15 imágenes de 3 minutos, y alguna más que añado, antes de desplazarme al globular más espectacular del momento, el mencionado Messier 5, que ahora ya está alto en el Este, con el que inicio las tomas de la misma duración a las 5:23 h.

Curiosamente, me percato de que empiezan a asomar a ras de horizonte los globulares de la constelación de Ofiuco, bajísimos, imposibles de cazar, y asignatura pendiente de este pasado verano. Paradójico, ¿no? Con un montón de galaxias que ya han pasado el meridiano, encontramos, en la madrugada de la noche de Reyes, un buen número de cúmulos globulares, que avisan de que, con la primavera, no solo vendrán las galaxias, esos universos islas como pequeños algodones vaporizados.
Mientras la Luna asoma por encima de las antenas del Desert de les Palmes, sigo contemplando el monitor del ordenador y observo el enorme número de galaxias que tengo pendientes en Virgo, un montón de objetos Messier se agolpan esperándome en esa zona del cielo, pero no esta noche; tenía una cita con Catalina.
[…] [1] https://cielosestrellados.net/2016/01/20/una-noche-con-catalina/ […]
Me gustaMe gusta