Sobre mundos que fueron y no fueron
La ciencia no conoce la verdad, pero intenta acercarse a ella sin dogmas de fe, solo en base a evidencias y deducciones que deben explicar de forma lógica cada escenario y ser al mismo tiempo predictivas. Da igual que creas o no en la ciencia para que esta exista, funcione y se acerque a describir la realidad.
Pero esta entrada no pretende ser un ensayo sobre filosofía de la ciencia, ni tan siquiera metodología de la misma, quizás un día escriba de ello, pero no ahora.
En 1995 detectamos el primer exoplaneta alrededor de una estrella de tipo solar. Sus descubridores, M. Mayor y D. Queloz utilizaron exitosamente el método de velocidades radiales mediante un espectrógrafo instalado en el telescopio de 1,9 metros del observatorio de la Alta Provenza (OHP) en Francia. Este descubrimiento (que les valió el premio Nobel en 2019) abrió una rama inesperada -en esos años- de la astronomía; la búsqueda y caracterización de exoplanetas.
Pronto empezamos a detectar nuevos exoplanetas también mediante nuevos métodos observacionales (como el de los tránsitos y sus curvas de luz correspondientes), en estrellas de la secuencia principal y en especial en enanas rojas (Gliese 876 b), donde ciertamente a priori no esperábamos encontrar en la cantidad que lo estamos haciendo.
Los telescopios espaciales, COROT (ESA,2006) pero especialmente KEPLER (NASA,2009) marcaron un punto de inflexión en la detección de exoplanetas. Kepler en concreto se centró en el estudio de la variabilidad del brillo estelar (tránsitos) en una pequeña zona de la constelación del Cisne, de estrellas poco brillantes, pero en gran cantidad simultáneamente y a una media de unos 3000 años luz de distancia.

La cantidad y variedad de mundos que se detectaron y confirmaron -y esto es importante- ha sido increíble, y continúa creciendo. Incluso la extensión de la misión Kepler K2, todavía a día de hoy continúa dando resultados entre la lista de estrellas sospechosas de contener exoplanetas.
Hace poco me hice eco en una entrada [1] de que NASA anunciaba que se habían sobrepasado los 5000 exoplanetas, y esta pasada semana se añadían 60 más de mundos confirmados.
Empezamos detectando «Júpiteres calientes» -y era lógico como posible sesgo observacional-, pero como su propio nombre indica, empezamos detectando gigantes gaseosos muy cercanos a sus estrellas, contrariamente a lo que tenemos en nuestro sistema solar, lo cual abrió cierta crisis en las teorías de formación planetaria.
También, algo posteriormente, empezamos a detectar planetas de tipo terrestre (aunque bastante mayores), con especial pasión por aquellos que además se sitúan en la zona de habitabilidad de su estrella, porque nos deja volar la imaginación sobre la posibilidad de que pudiera surgir también la vida como ocurrió en la Tierra. Aunque solo esta afirmación también daría para una entrada.
Así, en este trascurrir de descubrimientos, detectamos sistemas planetarios con varios planetas terrestres en la zona de habitabilidad (TRAPPIST-1 quizás el más famoso), planetas en sistemas con dos soles (55 Cancri b) e incluso planetas con más soles alrededor de sistemas realmente cercanas (Alfa centauri C b, también conocido como Próxima Centauri b) y aparentemente prometedores [2].
De entre la gran variedad de mundos, cada pocos meses, encontramos uno nuevo que nos hace soñar con lo que llamamos una Tierra 2.0. Actualmente quizás el planeta más parecido al nuestro sea Kepler 1649c a unos 300 años luz y orbitando una enana roja, pero es solo cuestión de tiempo que encontremos algunos planetas terrestres en escenarios mucho más parecidos al nuestro; alrededor de estrellas amarillas de edad intermedia y relativamente tranquilas- como nuestro Sol- por contraposición a la cercanía de planetas en enanas rojas excesivamente activas.
Y aunque los descubrimientos sobre exoplanetas son revisados por instrumentos independientes antes de ser considerados confirmados, a veces se deslizan fiascos. El sistema conocido como Tatooine (en referencia al universo StarWars en el que aparece un planeta con dos soles) o más correctamente HD188753A b, durante casi una década fue portada de innumerables artículos de divulgación, aunque nunca fue confirmado.
Incluso más recientemente durante 2016 se publicó en Sciencie el descubrimiento de un Júpiter caliente que orbitaba también a 3 soles, detectado mediante los telescopios VLT, el planeta HD131399 A b. Sin embargo, en este caso, fue el propio investigador principal del paper que anunciaba su descubrimiento, quien recientemente retiraba el descubrimiento por la confirmación -en este caso- de una contaminación en los datos debido a la presencia de una estrella de fondo que fue posible descubrir mediante los telescopios Keck. Esta retractación también fue publicada naturalmente en Sciencie.
Y aunque cada vez hay más astrónomos que se suben al carro de la caza de exoplanetas y su caracterización, donde el telescopio espacial James Webb Telescope nos promete sorpresas (recordemos, en los ya descubiertos, pues no es un telescopio cazador de exoplanetas), muchas veces hay que recordar como se construye la ciencia: en base a éxitos y errores en las hipótesis de la interpretación de datos e incluso en el error de los propios datos.
Por tanto, no pienses que lo que se publica en la Wikipedia (por citar un medio de información), o en tu publicación preferida de divulgación científica, es la verdad, ni si quiera -algunas veces- lo que se publica en fuentes primarias de investigación científica resulta ser cierto.
Finalmente, referir siempre a fuentes como [3] y [4] para estar al día de un mundo tan movido como es el mundo de los exoplanetas.
Un saludo y gracias por leerme
Referencias del texto:
[1] https://cielosestrellados.net/2022/03/26/mundos-a-montones/
[2] https://www.nature.com/articles/nature19106