En estas líneas de hoy voy a abordar los principales eventos astronómicos de este año, que también depararán la atención mediática.
Fenómenos astronómicos
Este año vamos a tener un eclipse total lunar en la madrugada del 16 de mayo y un eclipse parcial de Sol el 25 de octubre, aunque este pasará casi imperceptible desde nuestras comarcas, recordando además la peligrosidad del intento de observación de este último evento, si no es con instrumentación adecuada.
Hacía ya unos pocos años que no presenciábamos un eclipse total de Luna (o Luna de sangre) desde nuestra ubicación geográfica [1] , y la verdad es que ya tenemos ganas de volver a ver un espectáculo celeste que ha cautivado históricamente a todas las civilizaciones y que sólo precisa nuestros ojos para contemplarlo. Es cierto que la finalización del eclipse se producirá ya de día con la Luna por debajo del horizonte, por lo que no será tan espectacular como el enero de 2019, pero siempre que nos procuremos un horizonte Oeste despejado de obstáculos, no dejará de ser llamativo y fotogénico. Para consultar las horas de las etapas del eclipse, tenéis una buena referencia en el servidor de efemérides astronómica del Observatorio Astronómico Nacional (IGN) del Gobierno de España [2] .
Imagen del autor tomada durante el último eclipse total de Luna visible desde Castelló de la Plana
De los planetas visibles a simple vista, durante este año destacaremos la visualización del escurridizo Mercurio cerca del horizonte Oeste en las tardes de finales de abril.
El brillante planeta Venus destacará este año como lucero del alba antes de la salida del Sol y en dirección del horizonte Este, siendo una de sus mejores posiciones de observación las madrugadas del mes de febrero. Solo a finales de año el planeta volverá a verse de forma vespertina hacía el horizonte Oeste.
Marte este año alcanzará la oposición -o mínima distancia a la Tierra-, aunque no será hasta finales del mismo. De hecho, la misión de la Agencia Espacial Europea (ESA) y Agencia Espacial Rusa (ROSCOSMOS) – ExoMars 2020 – será lanzada el mes de octubre para que aterrice en el planeta rojo a principios de 2023. La parte de ESA está compuesta por la más destacable, pues la compone el que está previsto sea el cuarto rover activo sobre el planeta rojo.
El gigante de los planetas, Júpiter, alcanzará la mínima distancia a la Tierra (oposición) en el mes de septiembre, aunque ya será observable durante el verano al iniciarse la noche cerrada. Es curioso destacar que en estos momentos aún es visible en el cielo vespertino durante aproximadamente una hora, pero su lejanía de nuestro planeta lo presentan al telescopio como un astro pobre y muy afectado por su baja altura en el horizonte.
El planeta anillado, Saturno, tendrá la oposición a finales del mes de agosto, por lo que también a inicios del verano será posible enviarlo con la noche cerrada.
Conjunciones entre planetaso planetas y la Luna
De entre los acercamientos aparentes entre los planetas en el cielo, tenemos numerosas conjunciones destacables.
En la madrugada del 28 de marzo tendremos una interesante conjunción de Venus (el más brillante), Saturno y Marte, no muy lejanos a una fina Luna menguante y poco antes de las luces del alba.
Captura con Stellarium de la madrugada del 28 de marzo antes de salir el Sol.
Durante las madrugadas del mes de abril, con un horizonte Este Sureste muy despejado de obstáculos, podremos observar 4 de los 5 planetas visibles a simple vista, con Júpiter, Venus, Marte y Saturno en casi una línea recta y enumerados en sentido ascendente. Hacía finales de ese mes la fina Luna menguante cobrará protagonismo cerca de la alineación planetaria, que será más cercana especialmente entre Venus y Júpiter, que alcanzarán una mínima distancia la madrugada del 1 de mayo.
Captura con Stellarium de la madrugada del 1 de mayo antes de la salida del Sol.
La madrugada del 8 de mayo la alineación de los 4 planetas es casi perfecta, produciéndose un especial acercamiento entre Júpiter y Marte el día 29 de este mes, igualmente antes del alba.
Captura con Stellarium de la madrugada del 29 de mayo justo antes de la salida del Sol.
En las madrugadas de finales de junio podremos encontrar en el cielo -si las condiciones lo permiten- la vista de los 5 planetas visibles a ojo desnudo de nuestro sistema solar, aunque la visión del escurridizo Mercurio -siempre muy cercano al Sol- constituirá un verdadero reto.
Captura con Stellarium de la madrugada del 27 de mayo antes de la salida del Sol.
Venus y la Luna se acercarán de forma especialmente llamativa la madrugada del 27 de mayo y la del 26 de junio.
Urano está en el límite de visión a simple vista desde lugares muy oscuros, y su localización no es nada trivial, por eso no fue descubierto hasta 1781 con telescopio y de forma casual. Si nunca lo hemos localizado, durante los primeros días del mes de agosto tenemos una buena ocasión, pues el planeta Marte se moverá cerca de él.
Precisamente la conjunción más llamativa del año será protagonizada por el planeta rojo y la Luna la madrugada del 8 de diciembre, aunque en dirección Oeste, pues la Luna ocultará al planeta.
Captura de Stellarium. La tarde del 8 de diciembre, antes de la ocultación de Marte por la Luna
Para finalizar el año, nuevamente tenemos el reto de localizar los cinco planetas visibles a simple vista de forma simultánea los últimos días de 2022, en esta ocasión de forma vespertina, pues Venus y Mercurio se esconderán de forma muy temprana tras la puesta de Sol.
Inmediatamente tras la puesta de Sol del día de navidad, podemos intentar localizar los 5 planetas simultáneamente. Capturado de Stellarium.
Lluvias de estrellas
Como todos los años, la Tierra atraviesa a lo largo del año la órbita con restos de cometas y asteroides, que provocan las llamadas lluvias de estrellas. Aunque siempre llaman la atención del público, hay que tener en cuenta que la fase lunar -y por su puesto la localización para observarlas- son fundamentales para disfrutar del espectáculo.
Intentar ver una lluvia de estrellas desde una ciudad o un pueblo de cierto tamaño con su polución lumínica, es como esperar que el rover Perseverance encuentre un burro en su búsqueda de vida en Marte.
Desde nuestra ubicación, las más famosas son las que son agradables de ver, es decir, las que se producen en verano. Sin embargo, hay dos lluvias importantes que suelen superar en actividad a las famosas Perseidas, pero se producen en invierno boreal.
Este año disfrutamos del máximo de las Cuadrántidas la noche del 3 al 4 de enero, superando en meteoros a la hora (THZ) a las «Lagrimas de San Lorenzo» de agosto.
En abril podemos disfrutar de las Líridas, cuya máxima actividad es la noche del 22 al 23 del mes, sin embargo, su ventana de observacional idónea es de madrugada y solo poco antes de que la Luna haga su aparición. Los apenas 20 meteoros a la hora en el momento del máximo puede que no nos motiven para una salida solo con la finalidad de su observación.
En mayo, y también preferiblemente de madrugada, tenemos la lluvia de las Eta Acuáridas, cuyo máximo está previsto la madrugada del día 6. Su tasa horaria cenital (THZ) en el momento del máximo supera habitualmente los 50 meteoros a la hora.
En meses de verano boreal, en los que tumbarse a mirar la bóveda estrellada lejos de las luces urbanas es sin duda más agradable, tenemos la lluvia de las Delta Acuáridas (máximo madrugada 29 de julio con THZ de 25) y las famosas Perseidas la noche del 12 al 13 de agosto. Sin embargo, nos podemos olvidar prácticamente de su observación este año, pues el plenilunio se produce el mismo día 12 del mes.
Tendremos que esperar al mes de octubre para observar una lluvia algo digna, las Oriónidas, cuyo máximo se produce la noche del 21 al 22 de octubre con una Luna casi nueva y una THZ de 20 meteoros a la hora.
Otra Lluvia con más fama que actividad, es la de las Leónidas en noviembre, pero ello se debe a que se produce una muy alta actividad cada 33 años, cuando su cometa asociado regresa a las cercanías del Sol. El máximo, la noche del 17 al 18 de noviembre, aunque una Luna en fase de menguante empezará a molestar conforme el radiante de la lluvia (punto aparente de la bóveda celeste desde donde parecen surgir la prolongación de los trazos) empiece a alzarse en el horizonte este.
Solo pues la lluvia de las Gemínidas cuyo máximo se produce la noche del 13 al 14 de diciembre merece acabar mencionando. Es una de las lluvias más intensas del año (THZ de 150), pero una Luna menguante prominente puede acabar con nuestra ilusión de acabar el año viendo un espectáculo digno de este tipo.
Podéis encontrar información mucho más detallada de otras lluvias menores, e información astronómica más detallada en el servidor de efemérides del Observatorio Astronómico Nacional antes citado [2]
Luna Llena en el perigeo (Súper Luna)
Es un término detestado por algunos divulgadores y profesionales de la astronomía. Es cierto que el origen del término no tiene nada de tradicional, si no que fue debido a una desafortunada publicación sobre astrología en una conocida publicación astronómica durante los años 70 del pasado siglo.
Sea como fuere el término se ha popularizado y expresa el momento en el que la Luna llena se encuentra cerca del perigeo de su órbita alrededor de la Tierra, tomando como válido si la Luna llena se produce con mayor cercanía de los 360 000 kilómetros de distancia.
Salida de la Luna llena. Siempre espectacular. Fotografía del autor.
En los meses de julio y agosto tendremos pues súper Luna (llena). Con indiferencia de lo que se pueda opinar al respecto, para mi constituye un motivo para la divulgación astronómica. Salir a observar la Luna siempre es agradable, notar que se ve un poco más grande y un poco más brillante que otra Luna llena habitual, no es ni sencillo ni evidente (aunque sea realmente así), pero si constituye un atractivo para el público y por tanto una oportunidad de divulgar la ciencia que tanta falta nos hace en la sociedad actual.
Quizás el excesivo puritanismo a la hora de divulgar ciencia, el celo de que la ciencia solo se debe comunicar con arreglo a lo establecido por estamento pertinente o pensar que la divulgación de la ciencia no debe aceptar algunas de las nuevas tendencias y canales que repercuten socialmente en la actualidad, nos lleve a concluir que es uno de los motivos por los que no se acaba de llegar de forma amplia en su comunicación a la población y parte de ella desconfíe de la ciencia, su capacidad de afrontar el futuro, o piense que sencillamente no es capaz de entenderla (y no voy ni a comentar lo que se ha venido a llamar «movimiento negacionista» en algunas disciplinas de la ciencia). Hay que divulgar, divulgar y divulgar: cualquier ocasión es buena, cualquier motivo es bueno, cualquier resquicio que nos deje la ignorancia científica para derrotarla con la evidencia y el método científico, debemos aprovecharlo. Lamento el tono belicista, pero la ignorancia precisamente no nos ha traído hasta aquí.
¡Espero que os resulte de utilidad la entrada y siempre gracias por leerme!
Introducción a la observación astronómica. Primer contacto
En primer lugar, os pido disculpas por mi escasas publicaciones; desde principios de abril (más de 3 meses) no he podido realizar ninguna entrada por exceso de carga laboral, que no por falta de ganas de contar eventos y descubrimientos nuevos. Quienes me conocéis ya sabéis que no pararía de contar «cosas» del cielo, de la nueva carrera espacial, de los objetivos «clásicos» y nuevos de exploración – que estoy seguro nos deparan sorpresas profundamente interesantes en breve- y un sin fin de noticias vinculadas que se suceden sin parar.
Mi última serie de entradas se centraron en Marte, y seguro que en una de las próximas volveré sobre él, porque también se acumulan las noticias sobre el planeta rojo, objetivo ya no tan lejano de nuestra especie, y que cuanto más conocemos, tanto más cercano y familiar se nos vuelve. Como decía C. Sagan, Marte «ha dejado de ser un puntito naranja en el cielo para ser un lugar» (gracias a la exploración).
Pero mi entrada de hoy es netamente práctica, y un ligero empuje a la vez que propuesta, para todas aquellas personas que me he ido encontrado en mis actividades de «noches de estrellas», o en alguna charla o en algún evento de formación, y que se acercan por primera vez a la observación del cielo estrellado con mucha curiosidad e interés, aunque pensando que es excesivamente complejo. Seguramente algunas de las personas de las que casualmente leen este modesto blog de divulgación, también son personas que están en esos momentos de interés por conocer el cielo, independientemente de su formación o nivel de conocimientos teóricos en algunas ramas de la astronomía.
Y qué mejor momento para animarse con la iniciación en la observación del cielo nocturno que recién inaugurados los llamados días de la canícula (la expresión «hace un calor de perros» viene de ahí), esas dos quincenas que en el hemisferio norte nos marca los días más calurosos del verano y que en la antigüedad estaba atribuidos a la presencia en el cielo (del alba) de la estrella más brillante del Can Mayor, Sirius, que a la postre es también la más brillante del cielo después de nuestra estrella.
La estrella Sirius, en la constelación del Can Mayor, uno de los perros de caza de Orión. Curiosamente esta constelación es típica del invierno pero se «recuperaba» las madrugadas de inicios del verano hace unos poco miles de años. Captura del programa Stellarium.
En primer lugar decir que podemos disfrutar del cielo estrellado alejándonos de las ciudades y poblaciones relativamente grandes. Nos libramos de obstáculos que nos impiden ver parte del cielo y sobre todo de la polución lumínica, un fenómeno en ascenso que nos impide ver y estudiar el cielo, y que es un buen marcador de nuestra despreocupación por la optimización de los recursos naturales que empleamos en la iluminación.
Si veraneamos en un pueblo pequeño, lejos de las grandes urbes, estamos de enhorabuena, solo tenemos que andar quizás un par de kilómetros para disfrutar de un cielo algo parecido al que han observado todas las personas que han vivido antes de hace unos 100 años y miraban el cielo con asombro, con carácter inspirador o encomendándose a algo tan grandioso que antaño siempre le hemos atribuido algún poder sobre nuestras vidas.
Y es que el cielo estrellado, en una observación sencilla y en las condiciones adecuadas, sin importar si conocemos algunas constelaciones o estrellas, es una observación grandiosa, inspiradora, tranquilizadora y que todos los humanos deberíamos experimentar alguna vez en nuestras vidas.
Además el verano boreal nos trae la vista de nuestra galaxia, la Vía Láctea (también llamada por estas tierras, el «Camino de Santiago»), bien visible en el cielo, cruzando a primeras horas de la noche casi la vertical de nuestras cabezas, desde el horizonte Norte hasta el horizonte Sur, donde se encuentra el centro de la misma y la también máxima densidad de nebulosas y cúmulos al alcance de unos pequeños prismáticos. Pero vayamos por partes.
Lo primero para disfrutar del cielo es encontrar y llegar a un lugar oscuro para observar el cielo, y si es posible con pocas montañas grandes cercanas que nos tapen parcialmente algún horizonte. Que no existan viviendas rurales o de vacaciones cercanas con iluminación exterior también es importante. Nuestra pupila tarda hasta 15 minutos en dilatarse por completo y adaptarse a la oscuridad completa de forma óptima. Por tanto, olvidémonos del teléfono móvil, de tabletas o de linternas con luz blanca que además en los últimos años son especialmente brillantes por estar dotadas de led de alta intensidad.
Si precisamos luz, el accesorio ideal es una linterna frontal de cabeza, que disponga de luz roja. Son muy económicas en grandes superficies (y quizás pequeño comercio) y además nos dejan las dos manos libres, y eso, en la oscuridad, es especialmente útil a la hora de manipular objetos o consultar algún papel.
Si no encontráramos un frontal con led rojo, podemos recurrir al viejo truco de cubrir la linterna con celofán rojo sujetándolo con una goma elástica. Tendremos que darle varias vueltas al celofán, porque los leds son especialmente intensos, y precisamos un rojo lo más oscuro posible para evitar que afecte lo menos posible a nuestra pupila.
Después una silla reclinable sencilla, o incluso mejor una sencilla manta de las que se venden para camping/picnic (una parte está plastificada que es la cara que se pone en contacto con la tierra) y así nos podamos poner en posición totalmente horizontal, también nos ayudará para disfrutar de nuestro primer contacto con el cielo.
No olvidemos una buena chaqueta, porque aún siendo una de las noches de los días de la canícula, refresca y estamos a la intemperie, y la intención es de disfrutar de esos más de 3000 puntitos simultáneos que vemos en una noche oscura sin Luna, no de sufrir.
También bebida y cualquier cosa que nos proporcione cierta comodidad durante la sesión de observación, sin olvidarnos que los mosquitos ahora son capaces de arrancar piernas de un mordisco, serán cosas secundarias pero importantes a considerar.
Naturalmente si la experiencia nocturna es compartida, especialmente con alguna persona que sepa apreciar que el silencio y los sonidos de la noche forman parte de este espectáculo, pues mucho mejor. Si la experiencia es bastante apartada de núcleos de población, la carga del móvil y la comprobación de cobertura para cualquier posible -pero poco probable incidente- también es buena idea. Ya sabes, esa rueda del coche que te mira mal desde que dijiste en voz alta que ya era hora de cambiar los neumáticos, puede querer pinchar precisamente esa noche.
Paso uno: ¿Y ahora qué?
Hemos elegido inteligentemente una noche sin presencia de Luna, cosa que podemos consultar casi en cualquier calendario de los de toda la vida, o buscar en Google un calendario con las lunaciones. La noche sin Luna no tiene que ser exactamente con Luna nueva, puede ser con la presencia de una Luna de pocos días de edad, creciente (de forma que poco después de anochecer se oculté por el oeste) o con Luna menguante, que solo sale avanzada la noche, cuando quizás ya hemos decidido finalizar la sesión.
Es el mejor momento, lo tenemos todo preparado, no hay nubes, las estrellas asoman tras el crepúsculo, nos acomodamos y nos preparamos a disfrutar de la bóveda celeste. Un cielo azul oscuro nos anuncia una buena visibilidad. Disfrutemos de las primeras estrellas que aparecen. Algunas de ellas, especialmente brillantes pueden no ser estrellas si no planetas. Así por ejemplo, esta última quincena de julio tenemos por el horizonte Oeste el brillante planeta Venus (muy poco tiempo visible), y a finales de mes ya aparecen poco después de oscurecer por el horizonte Este, el planeta Saturno y poco después el brillante e inconfundible Júpiter.
Hay otras estrellas brillantes que también aparecen nada más caer la noche. Relativamente aún alta hacia el horizonte Oeste la anaranjada Arturo (¡vaya no todas las estrellas son blancas!) y muy alta hacia el Este y acercándose a nuestra vertical conforme avanza la noche y se mueve el cielo, la blanco-azulada estrella Vega de la constelación de la Lira. Muy cerca de ella discurre la Vía Láctea, que con las estrellas Deneb (Cisne) y Altair (Águila) forman el asterismo estelar conocido como «Triangulo de Verano».
No os preocupéis si no las reconocéis en un primer momento, porque para ello normalmente tenemos que hacernos con un mapa estelar, un poco de paciencia y recurrir a trucos de alineaciones imaginarias para ir descubriendo las constelaciones.
Las estrellas cercanas a la Polar se llaman circumpolares, solo dejan de verse cuando se hace de día.
El cielo debido al giro de la Tierra va cambiando, por tanto las constelaciones visibles también. También cambian con la translación de la Tierra alrededor del Sol, de una forma menos apreciable, pero que provoca que las estrellas y constelaciones que forman, adelanten unos 4 minutos sus salidas: las constelaciones de verano no son las mismas que las de invierno.
Además de esto, los planetas, cuyo nombre significa «errante » (entre las constelaciones) se van moviendo en el cielo con el cambio de las semanas, meses o años (no vamos a ver su cambio de posición en una noche), los gigantes gaseosos Júpiter y Saturno no muestran un movimiento perceptible en poco tiempo, pero el esquivo Mercurio -siempre cercano al Sol- y Venus, si que presentan un movimiento muy perceptible en pocas semanas e incluso pocos días.
La Vía Láctea empieza a alzarse cruzando nuestra vertical en la dirección Norte-Sur y es un espectáculo cada vez más difícil de apreciar debido a la polución lumínica. El cielo, aunque fue declarado bien inmaterial de la humanidad por la UNESCO, lo estamos perdiendo. Es una evidencia, no una opinión subjetiva.
Si queremos romper el silencio bajo las estrellas, os recomiendo hablar sobre lo distante de estos soles, sobre si puede haber vida en los muchos planetas que estamos descubriendo alrededor de estas estrellas, o sobre los tamaños y escalas del universo y nuestra insignificancia, fragilidad, pero increíble comprensión creciente del propio universo; son temas que nos dejan volar la imaginación, con atrevidas hipótesis que también son realizadas en la ciencia más «seria».
Además, las estrellas fugaces delta Acuáridas y las Perseidas, así como meteoros esporádicos (no pertenecientes a ninguna corriente o lluvia) nos pueden deleitar la velada, os recomiendo este enlace sobre la próxima actividad de las clásicas Perseidas o Lagrimas de San Lorenzo [3]. Los más pequeños, al ver una, pueden formular un deseo,… y quizás los más grandes también. Si queremos ser un poco menos románticos, podemos decir que son pequeños granos -de media apenas un milímetro-, restos de cometas y asteroides que al penetrar en la alta atmósfera de nuestro planeta, se desintegran dejando esa luz fugaz. Veremos solo las brillantes si la Luna está presente en el cielo.
Paso dos: la carta celeste
Nos hemos deleitado con una visión en conjunto de todo el cielo, pero ahora queremos empezar a reconocer las constelaciones, agrupamientos imaginarios de estrellas que básicamente nos han llegado de las culturas griegas y romanas, así como algunos nombres de las estrellas brillantes, muchas llegadas a través de la cultura árabe. Precisamos en este momento de una carta celeste, un mapa de las estrellas para reconocer las principales constelaciones o asterismos, al menos inicialmente formados por las estrellas más brillantes.
Es divertido intentar identificar el agrupamiento y posteriormente intentar imaginar la figura que representa, pero ya os avanzo que difícilmente reconoceremos en las agrupaciones las figuras que los antiguos veían en el cielo, salvo en unas pocas.
Hace años, lo habitual era hacerse con un planisferio móvil, que nos permite poner la hora y la fecha en una parte de un disco de cartón móvil, donde tras una ventana de plástico vemos un disco inferior que nos muestra todo el cielo visible en el momento de la observación. Yo sigo recomendándolo, aunque cada vez es más difícil encontrar uno y de cierta calidad ya que suelen ser excesivamente pequeños de diámetro la gran mayoría de los disponibles.
Imagen del Planisferio móvil de Ángel de Ayala. Imagen del autor.
La segunda opción para obtener una carta del cielo es instalar en nuestro ordenador un programa de planetario, por ejemplo «Stellarium» [1], gratuito y excelente para comprender los movimientos del cielo, y muchas cosas más de las que no vamos a ocuparnos en esta entrada. Hemos hablado de él en alguna ocasión durante las entradas del confinamiento por la pandemia [2]. Podemos imprimir la carta del momento de la observación con facilidad. La ventaja de esta opción es que nos situará la posición de los planetas y de la Luna entre las constelaciones (si son visibles para el momento de la observación), cosa que resulta imposible en un planisferio móvil.
Imagen capturada del programa gratuito Stellarium
Existe una tercera opción, instalar en nuestro Smartphone o tableta, una aplicación (que también las hay gratuitas) que nos reconocen las estrellas y planetas presentes en el cielo gracias a la geolocalización, hora y fecha del dispositivo electrónico y los sensores inerciales permiten al programa conocer en la dirección que miramos.
Un gran inconveniente de esta tercera opción, la pérdida de cierta magia analógica que encontramos en nuestro esfuerzo en identificar las estrellas y constelaciones, que además nos brinda la posibilidad de recordar con más facilidad las constelaciones para sucesivas observaciones. Además tenemos el deslumbramiento que provoca el propio dispositivo, pues aún contando con el modo nocturno en muchos de estos programas (pantalla en rojo), el dispositivo electrónico se encuentra situado justo delante de nuestros ojos. Es por este motivo que no os voy a recomendar ninguno, pero que son fáciles de localizar con un par de búsquedas en Google.
Tras encender nuestro frontal rojo -poco intenso- y tomar el planisferio o la carta celeste en nuestras manos, la orientación de la misma es importante. Si nos encontramos de pie o sentados la orientación de la carta parece inicialmente menos intuitiva, pero si estamos tumbados la cosa se nos facilita enormemente. Normalmente la carta o el planisferio celeste tendrá impreso en los bordes los puntos cardinales, debemos de imaginarnos que la carta podemos colocarla sobre nuestras cabezas y estirar cada punto cardinal de la misma –como si fuera una imaginaria carta formada por un papel elástico- hasta cada horizonte correspondiente de la Tierra.
Uso del planisferio, de pie, mirando hacia el horizonte Norte.
Y a partir de ahí, empezar por una zona del cielo para reconocer los asterismos formados por estrellas en los que los griegos vieron figuras de su mitología. Lo normal es empezar por el norte, localizar la Osa Mayor (el «Carro» o el «Gran Cucharón») y a partir de ella, la estrella Polar, la única estrella que no se moverá ni durante toda la noche ni durante todo el año, siempre está ahí, quieta, marcándonos el Norte y su altura la latitud del lugar de observación. Pensemos en los muchos exploradores, navegantes, aventureros, que se guiaron por esta estrella para orientarse. Es cierto, hace más de un par de milenios, no era esa estrella la que marcaba el Norte, pero eso es otra historia.
Diametralmente opuesta casi, la «W» de Casiopea. Si nos gusta la mitología y conocer detalles al respecto, nos podemos hacer con alguna guía celeste sencilla, que de paso nos hable de las estrellas y las nebulosas con brevedad y con facilidad. Si es para llevarla con nosotros al campo, lo ideal es que sea de pequeño formato. Tampoco os voy a recomendar ninguna, aunque como siempre, no me importará aconsejaros algunas de ellas si me consultáis por correo electrónico.
De las tres estrellas que conforman el « rabo » de la Osa Mayor (o mango del «cucharón») podemos encontrar -siguiendo su curvatura- la inconfundible estrella Arturo, suavemente naranja y muy brillante. Representa al ateniense Icario, la primera persona a la que el dios del vino le concedió el secreto de cómo hacer esta bebida y que acabó realmente mal por ello –y no por el motivo que os podéis imaginar en una primera instancia-.
Es curioso, pero precisamente esta estrella, era utilizada en la antigüedad para saber ciertas labores del campo relacionadas con el vino. NO es una casualidad, es una de las muchas utilidades de las estrellas, la orientación para la navegación, pero también el calendario.
Con paciencia, y haciendo saltos imaginarios entre las estrellas que conforman las constelaciones, podemos empezar a ir reconociendo las principales –formadas por estrellas relativamente importantes-, sin prisa. Ellas siempre van a estar ahí, y este camino es de lento recorrido para disfrutarlo plenamente y si es posible, en compañía.
Olvidaros de telescopios e instrumentos ópticos por el momento, o incluso de la fotografía, que tanto captura la atención de todos, por experiencia os puedo asegurar que querer ir con rapidez es causa muchas veces de frustración y de escaso disfrute que nos ofrece el espectáculo cada noche de la bóveda estrellada.
Felices noches estrelladas de días con un calor de perros.
Después de un mes de junio sin realizar ninguna entrada en el blog, me he animado a realizar una para esta segunda semana de julio sobre los cometas, ya que tenemos un protagonista en el cielo boreal un tanto inesperado, el cometa C/2020F3 Neowise, del cual seguramente habéis oído hablar.
Fotografía tomada por el autor, con solo 2 segundos de exposición.
En primer lugar deciros que podéis encontrar mucha información y fotografías de este pequeño cometa, lógicamente en Internet. En este caso se trata de un tema en el que hay poco de opinión y no os voy a insistir sobre el tipo de fuentes que debéis de consultar, pero si deseáis saber algo más de los cometas, de este cometa y de cómo observarlo, pues creo que os podéis quedar un rato más en este blog.
La naturaleza de los cometas
Los cometas son «bolas de nieve sucia» formadas durante la formación del sistema solar, hace unos 4600 millones de años, en el cual abunda el agua helada como componente mayoritaria junto a fragmentos de rocas y polvo incrustado, o eso creemos.
Los cometas aparecen en el cielo durante unos días o semanas, incrementan su brillo, desarrollan una cola (que siempre apunta en dirección contraria al Sol) mientras se mueven entre las estrellas «fijas» y posteriormente se desvanecen. Este es el comportamiento «clásico» de un cometa. Lógicamente en la antigüedad eran astros impredecibles y en una época en la que todo se explicaba en base a los antojos de los dioses y la providencia divina, fueron considerados generalmente símbolos de malos augurios.
De Mundi Aetherei (T. Brahe, 1603). La órbita de un cometa se creía un tanto peculiar antes de la invención del telescopio y había hipótesis para todos los gustos.
Algunos cometas han presentado grandiosos espectáculos celestes y han sido históricamente registrados, mientras que otros presentan un tamaño y brillo más modesto y presentan colas de pequeña longitud, o incluso no presentan. Antes de la invención del telescopio (1610) lo que no sabíamos era que la gran mayoría pasaban inadvertidos, aún en una época en la que se miraba asiduamente al cielo y no existía la polución lumínica.
Con el inicio de la mecánica celeste y la predicción en las posiciones planetarias gracias a la ley de la gravitación de Newton y a las leyes del movimiento planetario de Kepler, fue posible determinar la posición de un cuerpo celeste a partir de unas pocas observaciones. E. Halley, amigo de Newton, había tenido la ocasión de observar algunos de estos astros a principios del siglo XVIII, y se sumergió en el intento de comprensión de la órbita de estos astros, hasta entonces imprevisibles.
En 1705 llegó a la conclusión que el cometa de 1531, 1607 y 1682 debía de ser el mismo astro y que ese cometa retornaría en 1758, y así sucedió. Aunque él ya había fallecido, el cometa fue bautizado como el 1P/Halley, haciendo el primer número alusión a «periódico», es decir que tiene una órbita elíptica –mucho más que los planetas- y que retorna, en este caso cada 75 años.
Solíamos decir que un «gran cometa» aparecía en el cielo de media cada 10 años, pero a poco que llevemos de pasión por la astronomía, ya sabremos que eso no es así.
El segundo cometa periódico es el 2P/Encke y fue descubierto mediante un telescopio por Pierre Mèchain en 1786, ilustre astrónomo francés cuyos restos reposan en la ciudad de Castellón. Su órbita fue calculada posteriormente por Encke en 1819 (del que tomó el nombre), y curiosamente tiene un período de tan solo 3,3 años. Pertenece a la familia de los cometas conocidos como de «período corto».
Cuantas más veces haya pasado un cometa alrededor del Sol, mayores volátiles y granos de polvo cometario se han desprendido (en lo que luego puede ser una lluvia de estrellas), y por tanto de forma más discreta suele presentarse, incluso pueda pasar completamente inadvertida para entornos astronómicos no profesionales.
De hecho entre la aparición del 1P/Halley en 1759 y el 2P/Encke de 1819 aparecieron más cometas en el cielo, no solo visibles a simple vista, si no también mediante telescopio, pero en ninguno de ellos se determinó que fuera periódico.
Los cometas de período intermedio como el Halley, han dado también muchas órbitas alrededor del Sol, pero según la geometría de posiciones relativas Sol-Tierra-Cometa, si el paso es favorable puede desplegar una preciosa cabellera que se desprende varios millones de kilómetros desde su coma, o zona que cubre el núcleo del cometa donde se están evaporando multitud de gases (vapor de agua, dióxido de carbono, cianógeno… entre otros) y pequeñas partículas., muchas veces formando «jets» (chorros), que fueron descubiertos por Bessel en 1835 en el propio cometa Halley.
El descubrimiento de cianógeno precisamente en la cabellera de los cometas (Huggins, 1881) y posteriormente la determinación que nuestro planeta atravesaría la cola del cometa Halley en 1910, levantó mucha expectación y miedos en algunos sectores que hacían caso omiso a las indicaciones de los astrónomos.
Representación artística de la sonda Giotto (ESA) en su acercamiento al Halley.
El paso del Halley en 1986, pasó bastante más desapercibido por su mala posición, si no fuera porque por primera vez varias misiones espaciales se lanzaron a estudiarlo, y en concreto la Giotto (ESA) a pasar muy cerca de su núcleo la noche del 13 de marzo, fotografiando el mismo por primera vez en la historia de la humanidad, que siempre permanece oculto bajo su coma que se forma al acercarse al Sol.
Los cometas de largo período (órbitas parabólicas) o los cometas nuevos de órbitas hiperbólicas, son cometas que por el contrario es posible que nunca hayan orbitado el Sol, y siempre esperamos que nos muestren un buen espectáculo por la abundancia de hielos.
Pero los cometas son como los gatos –quiera lo que quiera decir esta expresión- y nunca vas a saber su comportamiento exacto, resultando muchas veces altamente impredecibles, aún determinando bien su órbita.
El tamaño de su núcleo (habitualmente de hasta unas pocas decenas de kilómetros), su procedencia, su cohesión nuclear, su rotación, la cantidad de volátiles,…hay muchos parámetros que no conocemos bien y que determinarán su comportamiento tanto de brillo como en el desarrollo de la cola.
El gran cometa de 1996, Hale-Bopp. Magnífico.
Así, el cometa C/1995O1 se esperaba que diera un buen espectáculo al acercarse a la Tierra de camino al Sol en abril de 1997, y así fue. Fue el conocido como «gran cometa de 1997», el cometa Hale-Bopp que presentó claramente visibles las dos colas (si, habitualmente desarrollan dos colas si tienen actividad). Pero sin embargo, un año antes nos sorprendió el cometa C/1996B2 Hyakutake, que en marzo de ese año –recién descubierto- llegó a desarrollar una cola que cubría la mitad de un cielo libre de contaminación. Estos dos grandes cometas han marcado, en mi caso, un alto nivel como para considerar interesantes la casi totalidad de cometas visibles desde nuestra latitud desde entonces…hasta hoy.
Por cierto, para conocer precisamente mejor estos visitantes, en 2014 conseguimos que una pequeña sonda llamada Philae descendiera sobre el cometa 67P/Churiumov-Gerasimenko, y su nave nodriza, la Rosetta (ESA), estuvo orbitando el cometa hasta finalizar su vida útil para intentar comprenderlos mejor y despejar dudas, entre ellas la posible aportación de agua a la Tierra tras su formación. Podéis encontrar información muy interesante en la página web de la Agencia Espacial Europea (ESA) y en español, sobre los resultados de esta misión.
Descubriendo cometas
Mèchain –que hemos citado anteriormente- fue un incansable buscador de cometas, y aunque ha pasado a la historia de la astronomía por otros motivos, descubrió más de una decena a partir de 1781, con los primitivos telescopios de la época. Hoy hay sistemas automáticos de búsqueda de cometas y asteroides, dotados de precisos dispositivos de captura y análisis, que cazan multitud de estos pequeños objetos de la familia del Sol. Muchos de ellos son demasiado débiles incluso para observarse con telescopios de aficionado, y pasan completamente inadvertidos para el gran público, al igual como los que no eran visibles a simple vista en la era de antes de la invención del telescopio para los astrónomos y estudioso del cielo.
Por tanto, hoy en día el descubrimiento de nuevos cometas, y el retorno de muchos periódicos conocidos de corto periodo, podríamos decir que solo pueden llegar a interesar a especialistas en cometas, que los hay y muy buenos en el terreno amateur.
Sin embargo, como sucede en la gran mayoría de actuales descubrimientos, el cometa C/2020F3 Neowise fue un cometa descubierto a finales de marzo de este año mediante el pequeño telescopio espacial de infrarrojos WISE, de la NASA, lanzado en 2009 y que parecia que iba a pasar bastante desapercibido. En 2013 el telescopio fue dedicado a la búsqueda de objetos cercanos a la Tierra, conocidos por el acrónimo en inglés NEO’s, de los que ha descubierto más de 300. Entre los muchos otros asteroides que ha descubierto, también se han detectado varios cometas, entre ellos, el que nos ocupa en esta entrada.
Observación de cometas
Muchas veces leemos en los medios generalistas que un determinado cometa o asteroide (a veces la frontera entre estos tipos de cuerpos es ambigua) será visible o pasará cerca de la Tierra. No digo que no sea cierto, pero partimos de que los titulares de prensa generalista y cuando tratan de temas astronómicos (se podría extender a otros campos de la ciencia, supongo), normalmente están notablemente hinchados, cuando no rozan lo absurdo.
Por tanto, antes de lanzarnos a observar algo porque lo hemos visto en un medio generalista, lo mejor es que busquemos información de si el objeto que deseamos observar es visible a simple vista o con telescopio (y de qué tipo), si es visible desde nuestro lugar de observación (puede ser visible desde el Polo Sur, pero por motivos de agenda no poder ir a verlo esta noche) y después cual es su posición exacta y si hay algo que nos pueda obstaculizar verlo, ya sea una barrera física natural (como una montaña) o un problema bastante común como la presencia de Luna, polución lumínica o incluso nubes.
Si se trata de un cometa, normalmente suele ser una pequeña bolita borrosa de la que sale una tenue cola en el mejor de los casos, en los últimos años. Si tenemos presencia de Luna, normalmente suele ser contraproducente cuanto más llena esté y más próxima al astro, y lógicamente también lo es la observación desde el interior de una ciudad.
Ubicar el objeto en un planisferio móvil con sus coordenadas (AR y Dec) es lo que hacíamos antaño, de forma que mediante el planisferio podíamos saber a qué hora salía, alcanzaba su máxima altura en el horizonte y a qué hora se ponía.
Pero los tiempos han cambiado y eso mismo podemos realizarlo con alguno de los excelentes programas gratuitos, como Stellarium [1], e imprimir la carta antes de salir de casa.
Si no conoces Stellarium pero quieres emplearlo, lo primero es ir a su web y descargarlo. Si no te interesa esta parte, puedes saltar al punto siguiente, «aplicaciones para la observación de cometas».
Tanto la página de descarga como el programa se encuentran en español y disponibles para sistemas de 32 como 64 bits. Puedes conocer si tu Windows es de 64 o 32 bits pinchando con el botón derecho del ratón en el icono «Este equipo» y después en «propiedades». Si no deseas averiguarlo, la versión de 32 bits funciona en ambos sistemas operativos. También está la opción de Linux y Mac OS X.
Una vez instalado al descargarlo, nada más ejecutarlo tienes que decirle al programa tú ubicación (la hora la leerá del sistema). Al desplazar el puntero del ratón hacia la izquierda te aparecerá una barra lateral vertical donde encontraras el icono de «ubicación» (también sirve la tecla «F6»).
Tres iconos debajo del de ubicación encontramos el icono de la lupa de «buscar» (también sirve la tecla «F3»), el problema es que este cometa es nuevo y no está en la base de datos del programa.
Pero una de las muchas virtudes que tiene este programa es que te puedes descargar los elementos orbitales de cualquier objeto celeste, y el programa te calculará su posición en el cielo en cualquier momento que le indiques, incluso te puede representar la ubicación en varios días, para así poderla imprimir y conocer su trayectoria los próximos días ¿genial no crees?
Nos vamos al menú de la izquierda nuevamente y pinchamos en el icono «Ventana de Configuración» (también sirve la tecla de «F2»). Al hacer click se nos abrirá un cuadro de opciones en el centro de la pantalla. Una vez allí seleccionamos «Plugins» y buscamos a la izquierda de este submenú el «Editor del Sistema Solar» cuya casilla inferior de «cargar al iniciar» debe estar marcada (si no lo está, marcamos el check box), y click a «Configuración».
De las tres pestañas que nos aparecen como «Objetos del sistema solar menor», seleccionamos la intermedia, «sistema solar», en ella veremos que aparece una larga lista de objetos del sistema solar y bajo del todo un botón alargado con la leyenda «importar elementos orbitales en formato MPC» , haciendo las siglas MPC referencia al Minor Planet Center. Hacemos click en este botón.
Tras pinchar, una nueva ventana sobrepuesta se nos abrirá y nos permite seleccionar entre asteroides y cometas para agregar.
En esta caso lo que queremos es agregar un nuevo cometa, por tanto seleccionamos el checkbox de «Cometas». Posteriormente y justo bajo la selección que hemos hecho, nos aparecen las opciones referidas a la selección de las fuentes de datos de donde bajaremos la información.
Bajo la opción de «Seleccionar una lista de objetos de interés» tenemos un desplegable en el que podemos elegir «MPC list of Observable Comets». Al hacerlo en la zona inmediatamente inferior nos aparecerá el link de donde tomará los datos. Marcaremos el checkbox inferior de «Añadir esta URL a la lista de marcadores» y le ponemos un nombre al campo «Titulo del marcador», por ejemplo escribimos «cometas_julio_prueba» y posteriormente pinchamos en el botón alargado «Obtener elementos orbitales».
Al pinchar, se nos producirá una descarga desde el MPC, podemos marcar todos los objetos que nos aparecerán y añadirlos sobrescribiendo los objetos existentes o actualizando los objetos existentes.
Si solo queremos añadir el C/2020 F3 (NEOWISE), podemos buscarlo bajo la opción de «actualizar únicamente los elementos orbitales» y pinchar posteriormente una vez encontrado y seleccionado al botón de más abajo de «Añadir objetos»
¡Enhorabuena!… Has importado los elementos orbitales del cometa C/2020F3 Neowise desde el MPC, y esos datos Stellarium es capaz de interpretarlos para calcular su posición en el cielo en la fecha que queramos. ¡Auténtica magia medieval!
Ahora si salimos de aquí, ya podemos realizar una búsqueda del cometa con el programa. Nos vamos al menú de la izquierda nuevamente y en icono de «ventana de búsqueda» pinchamos y ponemos el cometa que queremos que nos muestre el programa…y ¡ahí lo tienes!
Si está bajo el horizonte, puedes adelantar el tiempo con los botones de tiempo hacia adelante o hacia atrás que hay en la barra inferior izquierda que aparece al acercar el ratón. El zoom sobre el campo del cometa se puede hacer con el scroll del ratón (la ruedecilla entre los botones del ratón) o bien con los atajos de las teclas «Re pag» y «Av Pag» situadas más a la derecha del teclado.
Tenemos una herramienta para que el propio Stellarium nos calcule las efemérides del mismo cometa para varios días y nos lo trace respecto al fondo estelar.
Para ello solo tenéis que desplazaros hacia la barra del menú de la izquierda y pichar sobre el icono «Ventana de Cálculos astronómicos» (el icono es un astrolabio), a la que también se puede llegar mediante atajo de teclado pulsando la tecla «F10». En la nueva ventana central que se os abre aparecen ahora siete submenús superiores. Pinchamos la segunda pestaña «Efemérides» y en el primer desplegable «Cuerpo celeste» seleccionáis el objeto que nos ocupa. Podréis ver que bajo de este menú desplegable donde habéis seleccionado el cuerpo, está la fecha inicial «desde» hasta la fecha final «hasta» (se abre un calendario del mes que facilita mucho las cosas) y posteriormente el intervalo de tiempo que queremos que nos dibuje (cada día, cada dos días, cada tres…).
Finalmente bajo esta línea de selecciones tenemos los checkbox de «línea», «marcadores», «fechas» y «magnitudes», aunque está última estimación no suele ser muy exacta, en el objeto que nos ocupa, no lo es. Podéis jugar libremente con ellos según la carta que queráis que os muestre el Stellarium. Una auténtica gozada.
Naturalmente siempre os podéis ahorraros este trabajo buscando en Internet (y de sitios reputados) una carta celeste con las posiciones del cometa, pero el hecho de que la podáis de alguna manera calcular por nosotros mismos a mi me resulta impresionante.
A partir de finales de la semana del 13 al 19 de julio el cometa empezará a verse por las tardes, aún muy bajo. Si no pierde mucho brillo, todavia será posible encontrarlo con un horizonte bien despejado ¿cómo se comportará?
Posiciones del cometa, según Stellarium con los datos del MPC, a fecha de escribir estas lineas. La Osa Mayor será todo un referente para encontrarlo. A partir del fin de semana del 18 de julio lo observaremos por la tarde.
Aplicaciones para la observación de cometas ( y más cosas del cielo)
Una de las aplicaciones on-line para la observación de eventos celestes es «The Sky Live» [2]. Es una fantástica web que, aunque está en inglés, el traductor integrado en el navegador Chrome de Google traduce perfectamente. En el menú principal tienes la opción «Today’s quick hilihts” que seguro que te recoge alguno de los objetos astronómicos que te interesan. Naturalmente está nuestro cometa.
Si seleccionas el objeto, por ejemplo en este caso el cometa «comet C/2020F3 (NEOWISE)» te dará información detallada de dónde se encuentra (AR, Dec y brillo aparente) y también te ofrece la posibilidad de visualizar o imprimir un mapa de su visibilidad desde diferentes localizaciones de nuestro planeta.
Podemos proceder a incluir el nombre de nuestra ciudad o nuestras coordenadas geográficas y nos dirá si es visible o está por debajo del horizonte, si es así existe la posibilidad de ver las horas de salida, tránsito (máxima altura) y puesta, e incluso muestra un mapa donde nos aparecerá el objeto, con el horizonte parcialmente transparente para que veamos donde se sitúa en la hora indicada y el lugar indicado. En la captura de pantalla se observa que el cometa en este caso aún se encuentra por debajo del horizonte para nuestra hora y nuestra latitud.
No tengamos miedo de experimentar con este simulador on-line, es realmente una joya de acceso gratuito.
Otra página interesante es la muy frecuentemente visitada para localizar satélites (ISS, Starlink, Hubble…), «Heavens Above» [3] que también ofrece mucha otra información, como es la posición de cometas. Si introducimos nuestra ubicación en el cuadro superior, nos dará información sobre todos los cometas visibles, incluso de cierta magnitud elevada solo al alcance de telescopios de aficionado potentes. Entre los cometas encontramos llamativamente el que nos ocupa con una magnitud a día de hoy de +1,8.
En el momento de redactar estas líneas (madrugada del miércoles al jueves) está a 10 grados bajo el horizonte desde mi ubicación.
Decir que esta aplicación se encuentra para dispositivos móviles y utiliza la geolocalización para mostrarnos directamente toda la información de objetos que busquemos en el cielo.
¿Y cuándo vemos el cometa?
Pues la idea es, lo antes posible, pues el cometa ya ha pasado el perihelio (punto más cercano al Sol) y ya ha alcanzado su máximo brillo aparente, aunque la geometría orbital provoca su acercamiento a la Tierra todavía. El cometa estos días se ve aproximadamente poco antes de las 5 de la mañana -hora local- asomando por el horizonte noreste debajo de la constelación de Auriga, que podremos identificar sólo con un horizonte libre de obstáculos y sin polución o brumas. Podemos guiarnos para identificarlo del asterismo de la constelación, que identificaremos por su brillante estrella Capella, bajo de la constelación de Perseo. Tendremos una media hora hasta que el cometa se pierda entre las luces del crepúsculo.
Hace dos días el núcleo y la cola era perfectamente visible a simple vista desde la costa del Mediterráneo. El cometa se irá moviendo como vemos en la carta adjunta o podemos comprobar en el Stellarium y pasará a verse por las tardes nada más oscurecer a partir de finales de la próxima semana, pero bajando su brillo.
Por desgracia será para más adelante (casi finales de mes) cuando los observadores del hemisferio sur empezarán a observarlo, más debilitado en brillo y difícilmente ya visible a simple vista si no es con un buen cielo.
Carta de posiciones del cometa durante el mes de julio. Extraído del programa SkyTools.
El cometa ha sorprendido con su brillo y con su cola de forma inesperada, como un gato (¿?).
¿Y próximos cometas?
Pues nadie es capaz de asegurar nada. Muchas veces aventurar que un cometa va a destacar por su brillo, ha sido un fiasco, y una autentica decepción para los observadores casuales del cielo.
Consultando mi bola de cristal, yo apostaría por un cometa interesante, similar al cometa Halley en cuanto a periodo intermedio, el 12P/Pons-Brooks, que tendrá el perihelio en 2024. Actualmente se encuentra sobrepasando la órbita del planeta Urano y por tanto aún le queda mucho recorrido. Este cometa vuelve cada algo más de 70 años.
Sin embargo cualquier cometa nuevo puede ser descubierto en cualquier momento, y como este que nos ocupa, ser visible a simple vista sin esperarse que lo fuera, o incluso constituir un gran cometa como los que nos visitaron en 1996 y 1997, que antes hemos citado. Todo es cuestión de suerte o de antojo cometario.
Espero que te guste esta entrada y/o sea de utilidad, y ya sabes, cualquier comentario será bien recibido.
¡Nos vemos bajo las estrellas!
ACTUALIZACIÓN
Ha sido el protagonista del verano (boreal) del año de la pandemia, junto con júpiter y Saturno, para dejar paso al protagonismo de Marte en el otoño (boreal). Aquí mi time-lapse sobre el mismo, con medios sencillos, por si no lo pudiste disgrutar.