Sueño de una última noche de verano

Sueño de una última noche de verano

 Se despide el verano. Estos días alcanzamos el equinoccio de otoño, momento en el que la noche y el día tienen la misma duración y el Sol sale exactamente por el punto Este del horizonte y se pone por el punto Oeste exactamente del horizonte —al igual que en el equinoccio de primavera—. Finaliza el sueño de la última noche de verano.

 Y es que este verano me ha sido poco productivo astronómicamente hablando. Motivos laborales me han impedido que le dedique tiempo a escribir, y he tenido el blog dejado, sin una sola entrada desde el pasado 10 de junio, que se lo dediqué a los cúmulos globulares de Ofiuco. Claro, lógicamente el número de seguidores ha descendido notablemente, por lo que espero compensaros con esta entrada, y darle una continuidad a mi pasión por la divulgación astronómica.

 El verano han sido esos meses que estoy seguro que muchos de vosotros habréis aprovechado bajo las estrellas, con vuestras familias, amigos o en la soledad de la noche, bajo una bóveda estrellada preciosa, pero efímera. Las noches han sido poco oscuras (el Sol no se encuentra muy por debajo del horizonte), y de poca duración. Especialmente cortas han sido —estoy seguro— para aquellos que hacéis astrofotografía.

 Apenas estaba todo el instrumental preparado, la cámara principal adecuadamente enfocada (y, si es el caso, a la menor temperatura posible), la cámara de seguimiento en la estrella de calibración y con una buena respuesta en el programa que realiza las correcciones en los dos ejes de la montura ecuatorial, el objeto principal encuadrado y con la secuencia de tomas lista… y ¡zas! Finalizaba la noche.

 Ahora, con los inicios del otoño, con noches sensiblemente más largas y oscuras, aún podemos aprovechar para fotografiar buena parte del cielo del verano. Recordemos que el triángulo de verano formado por Deneb, Vega y Altair lo encontramos cerca del cénit, aunque bien es cierto que las constelaciones más australes, mirando hacia el centro de nuestra galaxia, ha pasado el meridiano, y prácticamente se ponen un par de horas nada más finalizar el crepúsculo.

 Por lo tanto, aunque seguimos teniendo buenos objetivos en alturas razonables, como la brillante nebulosa planetaria Dumbell M27 en Vulpécula, la pequeña pero brillante nebulosa del anillo M57 en la Lira  o la extensa nebulosa Norteamérica NGC7000 en el Cisne, lo cierto es que las nebulosas del Águila M16, Trífida M20, Omega M17, Laguna M8,  los cúmulos globulares M22, M4 y M80 y los cúmulos abiertos M6 y M7 —sin duda, objetos destacados de esta época del año—, son en estas semanas ya complicados de «cazar» por su cada vez menor altura sobre el horizonte Oeste.

 Lógicamente los astrofotógrafos más experimentados y con equipos sensiblemente más técnicos se preocuparán de objetos más complejos como la nebulosa creciente NGC6888 (más conocida por su denominación anglosajona Crescent) en Cisne o la nebulosa del Corazón IC1805 en la cada vez más alta constelación de Casiopea.

Sin embargo, completando con mi viejo equipo de finales de los años ochenta el catálogo Messier, yo me he dedicado a compilar algunos objetos que pasan desapercibidos por los telescopios de los astrónomos amateurs menos expertos. No tienen la culpa de formar parte del ilustre catálogo del caza-cometas francés del siglo XVIII, y ser más modestos, con brillos o formas poco notables o, como veremos en algún caso, con declinaciones bastante incómodas para su fotografía desde nuestras latitudes.

sagitario-escorpion

 En la captura de pantalla del programa The Sky 6, vemos una representación de la zona meridional del cielo al inicio del verano. Podemos observar la gran cantidad de objetos Messier que se agolpan en las constelaciones de Sagitario y Escorpión, o en sus cercanías. La línea verde representa el meridiano (la línea norte-sur); podemos darnos cuenta de que algunos objetos alcanzan muy poca altura sobre el horizonte del lugar, en este caso, para 40° de latitud norte, lo que complica su captura por la absorción atmosférica, el poco tiempo que están visibles y la completa libertad de posibles obstáculos naturales que impidan observarlos que debemos de buscar para fotografiarlos.

 Los cúmulos abiertos de Sagitario y Escorpión

 Del catalogo Messier, encontramos varios cúmulos abiertos en la constelación de Escorpión, destacando los bastante meridionales de Messier 6 y 7, muy cerca aparentemente del núcleo galáctico.

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Messier 6 es el cúmulo de la Mariposa y, aunque se trata de un cúmulo de estrellas jóvenes azules, destaca una gigante roja (tipo espectral K), la más brillante del cúmulo y variable, denominándose BM Sco. El cúmulo se sitúa sobre los 1200 años luz de distancia, aunque ha habido ciertas discrepancias que tienen que ver con la absorción interestelar de la zona. Descubierto por Messier el 23 de mayo de 1764, lo clasifica como «cúmulo de estrellas entre el arco de Sagitario y la cola del Escorpión»; por lo tanto, es el primero de los objetos que compila que claramente no tiene aspecto nebuloso y sí naturaleza estelar, junto con el no muy lejano globular Messier 4, en las proximidades de Antares.

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Messier 7 está cercano al anterior. Fue descubierto por Messier la misma noche y lo describe como «cúmulo de estrellas más notable que el precedente», siendo observable a simple vista desde lugares oscuros. Precisamente por su brillo y localización a simple vista, se llama también el cúmulo de Tolomeo, que lo describió como una nube en el año 130 aproximadamente; sin duda, un reto a la perfección de los cielos del concepto cosmológico de la época.

Este cúmulo, sobre un campo aún más rico que el anterior, se sitúa aproximadamente a unos 1000 años luz. También se trata de un cúmulo de estrellas jóvenes, si bien, podemos encontrar alguna amarilla que contrasta con las tonalidades dominantes.

 En la vecina constelación del Escorpión, encontramos otros cúmulos abiertos, aunque mucho menos espectaculares, a pesar de encontrarse mejor situados en declinación para su observación.

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 Messier 18, descubierto por Messier el 3 de junio de 1764, lo describe como «cúmulo de estrellas un poco por debajo de la nebulosa descrita más arriba, número 17». Como podemos observar, en el campo, apreciamos tan ilustre vecino (nada menos que la nebulosa Omega o M17) y, además, estamos describiendo uno de los más pobres objetos descubiertos por el astrónomo francés. Es un agrupamiento pobre, a unos 4000 años luz, que solo destaca por su ubicación privilegiada fortuita en esta rica zona del cielo.

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 Messier 21 fue descubierto por Messier el 5 de junio de 1764, y lo describe como «cúmulo de estrellas, cerca del precedente, cuya estrella más cercana conocida es 11 de Sagitario, según Flamsteed, siendo de la séptima magnitud. Las estrellas de estos dos cúmulos [N. del a.: refiriéndose a las estrellas asociadas a la nebulosa de la trífida M20] son de la octava y novena rodeadas de nebulosa». En realidad, podríamos aplicar casi el mismo criterio que con Messier 18; se trata de un cúmulo pobre con un ilustre vecino, como es la nebulosa Trífida M20, que tan solo destaca por su aparente ubicación. La distancia aceptada es de aproximadamente de unos 4000 años luz.

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 Messier 23 fue descubierto por Messier el 20 de junio de 1764, describiéndolo como «cúmulo de estrellas entre la extremidad del arco de Sagitario y el pie derecho de Ofiuco». Es un cúmulo algo más rico que sus vecinos M18 o 21, pero disperso, que lo compensa con una zona menos rica de estrellas de fondo que donde se sitúan algunos de sus vecinos de similar naturaleza. Su distancia es aproximadamente de unos 2000 años luz.

m24

 Messier 24 fue descubierto por Messier el 20 de junio de 1764, describiéndolo como «cúmulo sobre el paralelo del precedente y cerca de la extremidad del arco de Sagitario en la Vía Láctea, siendo una gran nebulosidad en la cual hay multitud de estrellas de diferentes magnitudes». En realidad, consideramos este objeto como una de las condensaciones del brazo de la Vía Láctea delimitada por zonas oscuras de materia interestelar. Entre este campo tan rico, se encuentra NGC6603, a veces, confundido con el propio M24, si bien, este cúmulo se sitúa varios miles de años de luz más lejano a las estrellas que conforman este conglomerado de estrellas tan rico.

m25

Messier 25 fue descubierto por Messier también la noche del 20 de junio de 1764, y lo describió como «cúmulo de pequeñas estrellas en la vecindad de los dos cúmulos precedentes». No es un cúmulo destacable, sobre todo, por estar sobre un fondo estelar rico, siendo mejor objeto que M18 o M21. Su distancia ha podido ser calculada con bastante precisión, gracias al estudio de la variable U Sagitario (de tipo delta cefeida), vinculada al cúmulo.

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 Messier 26 se encuentra, en realidad, en la constelación del Escudo y fue descubierto por Messier también la noche del 20 de junio de 1764, identificándolo como un cúmulo de estrellas sin rastro de nebulosidad. Esta cerca de la llamada «nube de la constelación del Escudo», si bien, el fondo estelar no es muy rico en su posición y, por ello, permite ser identificado con cierta más facilidad esta concentración estelar a unos 5000 años luz.

 Los cúmulos globulares de Escorpión y Sagitario

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Messier 4 es un cúmulo globular muy cerca de la rojiza estrella que representa el corazón del Escorpión. Es un cúmulo globular cercano, a tan solo 7200 años luz de nosotros. Fue descubierto por Cheseaux en 1746 y Messier lo encontró la noche del 8 de mayo de 1764, citándolo como «cúmulo de estrellas muy menudas, con un pequeño telescopio se le ve bajo la forma de una nebulosa». Es decir, Messier acierta en su naturaleza estelar, a pesar de tratarse de un cúmulo globular, a diferencia del resto de globulares que descubriría, y ello se debe, precisamente, a su cercanía a nuestra estrella.

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 Messier 80 es el otro globular de la constelación del Escorpión. Fue descubierto por Messier el 4 de enero de 1781, describiéndolo como «nebulosa sin estrellas en el Escorpión […] esta nebulosa es redonda, con el centro brillante y recuerda el núcleo de un pequeño cometa, rodeado de nebulosidad. Méchain lo descubrió el 27 de enero de 1781». No se encuentra muy lejos de Messier 4, pero es más pequeño y concentrado, mayormente blanquecino, a 32 000 años luz de nosotros y con un buen número de las denominadas estrellas rezagadas azules presentes, que, muy posiblemente, tenga que ver con su alta densidad y la frecuencia de colisiones estelares.

 En la constelación de Sagitario, encontramos varios globulares, de muy diferente tipo.

m22

 Messier 22 es un globular glorioso. De hecho, es el más brillante después de Omega Centauro y 47 Tucan (ambos visibles desde el hemisferio Sur). Descubierto el 5 de junio de 1764, a pesar de su tamaño, Messier no acertó a distinguir estrellas y lo describió como «nebulosa por debajo de la Eclíptica, entre la cabeza y el arco de Sagitario, cerca de la estrella 25 de Sagitario. Esta nebulosa es redonda, no contiene ninguna estrella y se ve muy bien». Messier era consciente y cita que el descubrimiento de este objeto había sido realizado por el alemán A. Ihle en 1665, cien años antes que Messier. Es un cúmulo próximo, a tan solo algo más de 10 000 años luz de nuestra estrella.

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 Messier 28 fue descubierto por Messier el 27 de julio de 1764, sin llegar a identificar estrellas (como en todos los abiertos anteriormente descubiertos), considerándolo una nebulosa. Es un cúmulo pequeño y difícil de observar, que se sitúa a 22 000 años luz.

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 Messier 54 fue descubierto por Messier el 24 de julio de 1778, describiéndolo como una «nebulosa muy débil». Es un cúmulo globular pequeño, compacto y sobre un fondo estelar rico. Su distancia lo sitúa a 50 000 años luz, aunque algunos autores lo consideran extragaláctico, a más de 80 000 años luz, considerándose un cúmulo extremadamente compacto… y lejano.

m55

 Messier 55 fue descubierto la misma noche que M54 y descrito como «nebulosa que aparece como una mancha blanquecina de alrededor 6 minutos de extensión, su luz es regular y no posee estrella alguna». Pero lo cierto es que marca una gran diferencia con el anterior; es mucho más grande, aunque de brillo superficial débil a más de 17 000 años luz. Messier reconoce el descubrimiento a Lacaille.

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 Messier 69 es más modesto que su vecino M55, pero más bonito que M54, sobre un fondo también plagado de estrellas. Descubierto por Messier el 31 de agosto de 1780, también lo clasifica como «una nebulosa sin estrellas […] de luz muy débil y no se la puede ver sin un buen tiempo». Reconoce el descubrimiento a Lacaille en 1751, igual que con M55. Se sitúa a más de 29 000 años luz, cerca del centro galáctico y con una inesperada población estelar especialmente rica en metales.

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 Messier 70 fue descubierto por Messier la misma noche que M69 —de hecho, solo los separan 12 minutos de arco— y descrito en los mismos términos y, al igual que su vecino, mantiene con nosotros una distancia parecida y una posición relativa de cercanía con el núcleo de nuestra galaxia.

m75

Para finalizar, lo hacemos con Messier 75, descubierto por Messier la noche del 18 de octubre de 1780, casi en la frontera con Capricornio, y cuyo descubrimiento atribuye a su amigo Méchain. Es un cúmulo de presencia pobre, al igual que los anteriores M70 y M69, o, incluso, peor. A pesar de ser uno de los globulares más pobres del catálogo, Messier llega a citar «compuesto por menudísimas estrellas que no aprecia Méchain», en lo que, a la vista de la foto, podemos ver que confundió con estrellas del campo. Es muy concentrado, pero su distancia de más de 70 000 años luz lo vuelve un objeto pobre para el astrónomo aficionado.

Finalizamos el sueño de la última noche del verano con estos cúmulos, casi todos ellos poco espectaculares en comparación con tan ilustres vecinos como hemos citado con anterioridad, pero que, sin embargo, sí merecen nuestra atención, siendo aún visibles todos ellos en las primeras horas de las primeras noches de otoño. Si nos los perdemos, no dejemos de apuntarlos para el año que viene; seguro que alguno de ellos te depara alguna sorpresa en una noche oscura.

Feliz inicio de otoño.

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