Todo lo que debes saber sobre la posible intensa lluvia de meteoros de las tau Hercúlidas

Todo lo que debes saber sobre la posible intensa lluvia de meteoros de las tau Hercúlidas

En diferentes medios de comunicación (incluyendo redes sociales), se han hecho eco de una posible lluvia de estrellas intensa de tau-Hercúlidas la próxima noche/madrugada del lunes 30 al martes 31 de mayo.

Seguramente nunca hayas oído hablar de esta lluvia de estrellas.

Si eres de las personas que les gusta la astronomía, habrás oído hablar de las Cuadrántidas (enero), de las Líridas (abril), de las Acuáridas (mayo), de las delta Acuáridas (julio), por supuesto de las Perseidas (agosto), de las Oriónidas (octubre), de las Leónidas (noviembre) o de las Gemínidas (diciembre). Y es que en realidad a lo largo del año hay muchas lluvias de estrellas, muchas más que las mencionadas, pero normalmente tienen tan poca intensidad (meteoros por hora en el momento del máximo de la lluvia) que ni siquiera nos habremos percatado de su existencia, tan solo las personas que estudian lo que antes conocíamos como «cuerpos menores del sistema solar» se interesan por saber las actividades de toda esta materia que flota en nuestro sistema solar.

El interés de estudiar estos cuerpos (especialmente si llegan al suelo -y los llamamos meteoritos entonces-) reside en que son restos del paso de cometas y asteroides, y nos pueden aportar un mejor conocimiento, ya no de sus órbitas, si no de sus composiciones y evolución, de los que en algunos casos fueron los ladrillos de nuestro sistema solar actual.

SW3 en 2006. Crédito HST/NASA

Naturalmente la Tierra -en su órbita alrededor del Sol- barre de forma periódica la zona del espacio donde se encuentran esos tubos de partículas -más o menos nutridos- y se producen las lluvias que conocemos como periódicas. Les damos el nombre de la zona del cielo desde donde parecen surgir (radiante).

Los cometas de corto período han dado muchas vueltas alrededor del Sol, la presencia de volátiles que levantan partículas de polvo de su superficie, empiezan a escasear, y suponemos que su aporte al tubo que provocan es escaso. Los cometas de medio y largo período nutren en sus pasos cerca del Sol el tubo de partículas y provocan lluvias más intensas. Cuando un cometa de este tipo pasa, ese año esperamos una lluvia intensa. El ejemplo más conocido es la «tormenta» de Leónidas que se producen cada 33 años, pues están asociadas al cometa 55P/ Tempel Tuttle con un período precisamente de 33 años, y cuyo último espectáculo pudimos contemplar en 1999.

Sin embargo, en unas pocas décadas hemos asistido en varias ocasiones a cómo algunos cometas se rompen en pedazos cuando se acercan al Sol (o también a los planetas gigantes), y ello provoca que zonas ricas en volátiles se encuentren ahora expuestas a la radiación solar y por tanto aumente su actividad, su brillo en algunos casos y su aporte al tubo meteórico… claro, si no acaba completamente despedazado.

Pues resulta que el cometa 73P /Schwassmann-Wachmann (si vas a pronunciar este nombre en público, antes ensaya su pronunciación), o más conocido como SW3, que fue descubierto desde Alemania en 1930 y sólo recuperado en 1974, en el año 1995 se rompió. Eso provocó que este esquivo cometa periódico de 5,5 años, fuera aceptablemente visible. En los años posteriores fueron descubiertos más fragmentos, siendo nada menos que casi 70 los fragmentos que se pudieron contar en su último paso en 2017, presentando una débil magnitud conjunta de 12.

Así estaba el SW3 en 2006. Crédito: Telescopio Espacial Hubble

En realidad, los restos del cometa ya apenas tienen interés desde el punto de vista amateur, excepto porque este año parece que la Tierra puede acercarse en la noche del lunes al martes a la zona donde se produjo el estallido de 1995.

En realidad, no parece que tengamos ni idea de lo que puede suceder [1], en todo caso es Luna nueva (ideal para la observación de lluvias de estrellas por la oscuridad) y parece que las predicciones pueden ser optimistas especialmente para la zona de América, aquí en la Península ya amaneciendo.

Pero lo que tienen las explosiones, son caóticas, y no sabemos ni cómo ni cuánto material se expulsó hace unos 27 años.

¿Tú qué vas a hacer?

PD: El radiante se encuentra al norte de la estrella Arturo (Boyero), pero lo ideal es tumbarse y contemplar la mayor cantidad de cielo posible.

¡Gracias por leerme!

Actualización 31 de mayo 2022:

Pues aunque la actividad ha aumentado significativamente respecto a lo habitual de esta lluvia (casi testimonial), al menos la pasada noche no ha llegado ni de lejos a aproximarse a una tormenta de meteoros. En la península se ha podido localizar algo de actividad procedente del radiante, apenas un par de bólidos en cuanto a intensidad de los mismos. Parece ser que en la zona Oeste de EE.UU y tal y como apuntaban las previsiones, la tasa horaria cenital (THZ) en el momento del máximo puede haber llegado a unos 40 o 60 meteoros a la hora (comparable con la lluvia media de las Perseidas de agosto), pero nada espectacular ni especialmente llamativo. Si los cometas son como los gatos, sus restos son también como los de los gatos a veces.

Aunque no se espera actividad ya esta noche, si está despejado y podemos, merece la pena estar atentos al cielo. Os dejo la última gráfica de la IMO (23 hora local Española del 31 de mayo).

Actualización 6 de junio: Resultados de la campaña de todo un referente mundial:

Referencias:

[1] https://www.nasa.gov/mission_pages/hubble/Comet_73P.html

Perseidas: la lluvia de estrellas «perfecta» de 2018

Las perseidas o «lágrimas de San Lorenzo» ofrecerán este año un espectáculo celeste perfecto, que complemetan un verano astronómico casi único en la última década

Todos los años cuando se acerca mediados del mes de agosto se vuelve a hablar de ellas en todos los medios de comunicación y redes sociales. Puntuales como un reloj, la lluvia de estrellas fugaces Perseidas hacen las delicias de las noches de verano, cuando el calor aún está presente en el hemisferio norte y apetece pasar unas horas nocturnas al raso, bajo las estrellas.

Y es que para observar este fenómeno astronómico, conocido desde la antigüedad, no se precisa más que nuestros ojos, tumbarse cómodamente a contemplar el cielo lo más lejos posible de luces urbanas y paciencia, que siempre puede ir acompañada de una buena charla sobre de dónde venimos y a dónde vamos como especie, motivada por nuestra sensación de pequeñez cuando contemplamos absortos la belleza y aparente inmutabilidad del cielo estrellado.

Cuando nos encontramos en estas circunstancias, y nuestros ojos se acostumbran a la oscuridad, sin la presencia de luces, intentando contemplar la mayor parte del cielo posible, observaremos intermitentemente una rápida, ocasionalmente larga y brillante estela de luz -mayormente de color naranja-.

Pues bien, este fin de semana podemos atiborrarnos a pedir deseos, porque la lluvia de las perseidas presentará esta noche, y sobre todo mañana domingo por la noche, unas condiciones de observación excelentes. La ausencia de Luna, y que el máximo de la lluvia sucede con el radiante de la lluvia alto en el horizonte entrada la noche, puede provocar que sea la mejor observación del fenómeno astronómico, al menos casi en la última década. En este momento mágico bajo las estrellas podemos llegar a contemplar más de 100 meteoros a la hora si nos situamos en un lugar oscuro y tenemos toda la bóveda estrellada a la vista. Sin duda está siendo uno de los mejores veranos en los últimos años para vivir bajo las estrellas.

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Posición del radiante de la lluvia en la constelación de Perseo. A mayor altura del radiante mayor número de meteoros a la hora. Sky & Telescope

Esta lluvia de estrellas, como otras menos populares que se producen a lo largo del año (e incluso más intensas), se debe a que la Tierra en su órbita anual alrededor del Sol se cruza periódicamente con tubos espaciales de pequeñas partículas de polvo y hielo procedentes de restos de cometas y asteroides. De hecho nuestro planeta tarda tres semanas en atravesar completamente este tubo meteórico, a una velocidad de más de 100 000 kilómetros a la hora, por lo que podemos hacernos una idea del tamaño del mismo. Aproximadamente en el centro del mismo se encuentra la mayor concentración de partículas, y se produce lo que denominamos el «máximo» de la lluvia o mayor THZ (tasa horaria cenital).

Al penetrar en la alta atmósfera a velocidades realmente altas, estas partículas habitualmente de tamaño milimétrico, provocan un destello de luz por la fricción con los gases de nuestra atmosfera, alcanzando incluso unos pocos de miles de grados durante un breve espacio de tiempo y provocando que la pequeña partícula se disgregue, se sublime y convierta en gas.

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Dos perseidas fotografiadas por el autor en 1993 con película fotográfica de alta sensibilidad. En ese año no existían las cámaras digitales

Solo si la partícula es de un tamaño mayor, puede llegar a tocar suelo y convertirse en lo que conocemos como meteorito, aunque normalmente las partículas que conforman las lluvias de estrellas anuales no suelen tener el tamaño suficiente para ello, todo lo más como pequeñas canicas que nos ofrezcan algún «bólido» excepcionalmente brillante y de estela persistente.

Las perseidas están asociadas a los restos del cometa Swift- Tuttle (109P) que fue descubierto en el verano de 1862, si bien son conocidas desde la antigüedad. Este cometa es uno de los cometas que más cerca pasan de la Tierra y su diámetro, de unos 20 kilómetros, lo convierten en un posible futuro impactador peligroso.

Fue el astrónomo Schiaparelli (tan vinculado históricamente al planeta Marte que en estas semanas hace la delicia en el cielo en su oposición perihélica) quien vinculó este cometa a la tradicionalmente conocida lluvia de estrellas de agosto, siendo la primera lluvia en la historia de la astronomía en vincularse a la órbita de un cometa y denotar su verdadera naturaleza.

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Gran perseida, fotografiada por el autor el pasado 6 de agosto con una Nikon D90

 La constelación de Perseo es de donde se sitúa el punto desde el cual imaginariamente parecen confluir todos los trazos, conocido como radiante de la lluvia, y que fue localizado en 1835 por Quéletet y Herrick. El cometa, con un período de 135 años, provocó en su vuelta de 1993 una lluvia que superó los 400 meteoros a la hora, que fue un magnífico espectáculo celeste.

Se conocen como «Lagrimas de San Lorenzo» porque antiguamente (más de 500 años) el máximo de la lluvia coincidía con la festividad del santo martirizado en la hoguera, y cuya lágrimas de dolor fueron situadas en el cielo en la tradición cristiana. Actualmente, debido a la precesión de los equinoccios el máximo de la lluvia se produce la noche del 11 al 12 o del 12 al 13 de agosto.