30 años de un punto azul pálido

30 años de un punto azul pálido

La Voyager 1 es una nave multiplanetaria de la NASA, que fue lanzada a principios de septiembre de 1977.

Su misión, al igual que su gemela, la Voyager 2 lanzada dos semanas antes, era estudiar el sistema solar exterior, los gigantes gaseosos. La Voyager 1 llegó a Júpiter en marzo de 1979 (antes que su gemela) y lo sobrevoló a 300 000 kilómetros de la atmósfera superior del planeta más grande de nuestro sistema solar, enviando casi 20 000 fotografías, y mostrándonos unos detalles sin precedentes. Llegó a Saturno en noviembre de 1980 y lo sobrevoló a 120 000 kilómetros de su atmósfera superior. Nos mostró los anillos de la joya de nuestro sistema solar también con un detalle sin precedentes. También nos mostró una densa atmósfera de la luna principal del planeta anillado; Titán. Este descubrimiento llevó a los controladores de misión a sacrificar su posterior visita a Urano y Neptuno (que si que realizaría el Voyager 2 en los años 1986 y 1989 respectivamente), en pro de realizar un nuevo sobrevuelo de Titán. Este nuevo sobrevuelo cercano llevó a la nave a una trayectoria hiperbólica de escape con un ángulo de casi 30 grados sobre la eclíptica [1], que es el plano donde se mueven casi todos los planetas principales del sistema solar.

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Trayectorias de las Voyager. Fuente: JPL/NASA

Su fuente de energía es de tipo  RTG [2], lo que les ha permitido disponer de electricidad suficiente allá donde los paneles solares resultan apenas eficientes por la lejanía de nuestra estrella, si bien para que aún permanezcan en contacto con la Tierra, ha sido necesario ir desactivando selectivamente buena parte de su instrumental científico y dejando activos solo aquellos instrumentos que aportan datos útiles. Aunque no sabemos con seguridad cuando perderemos contacto con ambas naves, es dudoso que se prolongue más allá del 2025.

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Listado de los instrumentos científicos activados o desactivados de las Voyager en febrero de 2020. Fuente: JPL/NASA

El Voyager 1 cruzó la heliopausa en abril de 2011, a casi 120 unidades astronómicas del Sol, unos 18 000 millones de kilómetros. Es una de las naves que han alcanzado mayor velocidad relativa, unos 17 kilómetros por segundo.

En momento de escribir estas líneas la Voyager 1 se encuentra a 148,36 unidades astronómicas, unos 22 250 millones de kilómetros de nuestro planeta. Un comando para apagar o encender un dispositivo, tarda 20 horas y 36 minutos en llegarle, y el «ok» de la nave nos tarda otras tantas horas en recibirse en los radiotelescopios de la red de espacio profundo de la NASA.

Estos datos, ya de por sí, convierten a las Voyager en «naves interestelares», que en más de 100 000 años pasarán en los alrededores de alguna estrella cercana, llevando consigo unos discos dorados simbólicos sobre información de nuestra especie y de nuestro planeta. Puro simbolismo que allá por julio de 1972, cuando se empezaron a desarrollar, nunca jamás se soñó que llegarían al rendimiento que han cumplido.

Pero esta entrada no es para rendir culto a estas naves viajeras y exploradoras (que por motivos obvios, lo merecen), si no que es para rendir homenaje a una imagen y a un científico y divulgador de sobra conocido, Carl Sagan [3].

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Retrato de familia. Fuente: JPL/NASA

El 14 de febrero de 1990, el Voyager 1 antes de apagar sus cámaras (su gemela ya las había apagado entre octubre y diciembre de 1989), realizó una última secuencia de 60 imágenes hacia las posiciones que ocupaban todos los planetas visibles y desde una distancia de 6000 millones de kilómetros [4]. Una de ellas era la Tierra, apenas un pequeño punto y atravesado por un rayo de luz solar.

Hace justo 30 años de esta aparente insignificante fotografía:

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Un punto azul pálido. Fuente: JPL/NASA

Pero esta imagen se convirtió en una icónica visión de nuestro planeta gracias a Carl Sagan, colaborador y asesor del proyecto Voyager (además de en otras misiones espaciales) , y al parecer impulsor [5] de la idea del retrato de familia antes de la desconexión definitiva de las cámaras. El poder de esta imagen lo motivó a escribir su libro “Un punto azul pálido; una visión del futuro humano en el espacio” (1994, 1995 en nuestro país por editorial Planeta), considerado en muchos aspectos la continuación del libro “Cosmos” (1980, 1986 en nuestro país por Editorial Planeta) basado en su exitosa serie televisiva que hemos citado con anterioridad. Un canto a comprender mejor nuestra posición en el Cosmos con la finalidad de prosperar como especie con un futuro.

Ahora, la NASA ha editado su fotografía con software más moderno, mejorando su resolución y -quizás- su estética [5]

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Un punto azul pálido. Reprocesada en febrero de 2020 con motivo del 30 aniversario de la toma. Fuente: JPL/NASA

Pero quizás, lo que mejor describa el espíritu que transmitía Sagan sean estas palabras:

…Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En el, todos los que amas, todos los que conoces, todos de los que alguna vez escuchaste, cada ser humano que ha existido, vivió su vida. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, cada maestro de la moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol… (SIC)

tomadas de este vídeo que os invito a ver pausadamente (son solo 5 minutos), a mi me continúa poniendo la piel de gallina y provocando que, cuando me encuentro solo bajo un cielo realmente estrellado,  sienta admiración más que miedo.

Os deseo que provoque los mismos sentimientos que a mi me provoca.

 

Link al vídeo (enlace externo, recomendado) 05min27s  : https://youtu.be/xYmDyHC4Oc0

Link a la versión doblada y algo recortada (doblado por José María del Rio, enlace externo) 03min55s:  https://youtu.be/898Z8M51Io4

Referencias de la entrada

[1] https://voyager.jpl.nasa.gov/

[2] Generador termoeléctrico de  radioisótopos, basado en la desintegración del óxido de plutonio 238.

[3] Carl Edward Sagan (1934-1996), Centro Astrofísico de Harvard y profesor en la Universidad de Cornell, autor de “Cosmos, un viaje personal” (producido por la televisión pública de California entre 1978 y 1979), visto entre  1980 y 1981 por unos 400 millones de personas en 60 países diferentes,  según New York Times.

[4] https://voyager.jpl.nasa.gov/mission/timeline/#event-pale-blue-dot-and-friends

[5] https://solarsystem.nasa.gov/resources/536/voyager-1s-pale-blue-dot/

[6] https://www.jpl.nasa.gov/news/news.php?feature=7593

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser,… todos esos momentos se perderán en el tiempo,… como lágrimas en la lluvia.

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Los ángeles 2019, noviembre oscuro, lluvioso, sucio, extraño. Los «replicantes» son humanos creados artificialmente para las labores más desagradables y peligrosas que los humanos no desean o temen realizar.

Cierto, actualmente son una fantasía lejana, aunque  en la realidad – a unas horas de entrar en el año 2019 -, la edición genética con la finalidad de la prevención de enfermedades se abre tímidamente paso, entre el miedo a sentirnos dioses y el miedo a cometer pecados que nos abocan al infierno de algún dios que nos observa enfurruñado.

Los coches voladores del escenario de ciencia ficción inicial, en la realidad no vuelan, porque sencillamente no existen como tales. Es cierto que algunos de los mayores dueños de los combustibles fósiles del planeta, esos combustibles propios de una época pasada aún no superada que provocan aceleradamente el cambio climático (quizás que nos llevan al escenario inicial de ficción), prueban sus primeras moto-drones para la policía cerca de las arenas del desierto.

Pero lo cierto es que estamos muy lejos de la magnífica película que filmó Ridley Scott en 1982, con un reparto privilegiado y una banda sonora sencillamente genial de Vangelis,  basada parcialmente y algo lejana obra escrita en 1968 « ¿sueñan los androides con ovejas eléctricas?», y que lleva el título –como casi todos que me leéis bien conocéis- de «Blade Runner».

Las colonias exteriores de la película Scott no existen, pero empezamos a soñar con un realismo inusitado y apoyado más en la ciencia que en la ficción, en un futuro muy próximo de regreso a la Luna (para quedarnos) y las primeras misiones humanas a Marte en menos de un par de décadas, sin lugar a dudas el próximo «hogar» de nuestra especie en pocos siglos.

Y es que si durante algo más de un par décadas parecía que la exploración espacial se había restringido mayormente a nuestro entorno cósmico cercano, la experimentación en órbita terrestre en estaciones espaciales y estudio del universo (y de nuestro planeta) desde órbita terrestre o puntos espaciales cercanos, los permanentes e imparables avances en investigación espacial están cambiando aceleradamente este escenario.

Repasar aquí los últimas misiones de exploración no tripuladas a Marte, Júpiter, Saturno, algunos asteroides y cometas (en los que hemos aterrizado y tomado muestras), entre otras, que en los últimos años hemos enviado exitosamente, sobrepasa con mucho esta entrada. Pero lo cierto es que estamos viviendo una época dorada de la exploración del universo, empezando por nuestro patio trasero del sistema solar (donde aún no descartamos encontrar vida primitiva), y acabando por la detección de miles de mundos alrededor de otras estrellas, pura ciencia ficción cuando se rodó Blade Runner en 1982. Giordano se levantaría de su tumba.

La astronomía multimensajero, y las puertas de una nueva física (en lo que atañe especialmente a la física de partículas) también se abren paso, aunque con unos resultados menos vistosos que los propios de la astronomía espacial que continua manteniendo su carácter de ciencia visual. Una imagen desde la superficie de la Luna Titán, donde seguro que algunos amigos Gallegos surfearán en el futuro, o las ya «habituales» imágenes desde la superficie Marte, donde dos estaciones meteorológicas españolas (una móvil, en el rover Curiossity) nos dan el parte climático diario.

Si los que crecimos con la serie televisa Cosmos, del tristemente desaparecido Carl Sagan, sentimos «envidia» de no haber conocido las hazañas de las primeras misiones sobre la superficie de Marte (Viking), el programa  Apolo que puso al hombre en la Luna, o las misiones Piooner y Voyager (estas últimas sin duda las más longevas, aún activas) de exploración de lo que entendíamos en su día parte más exterior de nuestro sistema solar, estos últimos años «reconvertimos» nuestros sentimientos de envidia en admiración y deseo de conocer más con las nuevas misiones de exploración.  Sagan tenía mucha razón, apenas estamos mojando nuestros pies en la orilla del inmenso océano cósmico.

Y es que de las misiones actualmente en curso de las diferentes agencias espaciales (recordemos que China está a punto de aterrizar en la cara oculta de la Luna), destacamos una porque que en unas horas sobrevolará un pequeño mundo que aparentemente nos podría parecer de poca importancia. Pero es que en las próximas horas será ya el año 2019 y la poca importancia de ese mundo, es en realidad mucha, por algunos motivos que describimos rápidamente.

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Logo oficial New Horizons. Crédito NASA/SwRI/JHU

La nave New Horizons (NASA, lanzada en enero de 2006) tenía dos objetivos como misión principal, el primero era el estudio de Plutón, nunca antes visitado por ninguna misión espacial hasta el momento. El primero de los objetivos principales, después de casi 10 años de viaje, lo alcanzó en julio de 2015. Plutón había pasado de ser un planeta a ser considerado planeta enano por la UAI [1], pero sin duda lo que nos descubrió la Horizons en su visita [2], muy probablemente le devuelva su antigua categoría a Plutón, que no establece más que una línea un tanto difusa, ante la avalancha de descubrimientos de nuevos objetos un poco más allá del propio Plutón, y que configuran la parte más interior del que llamamos Cinturon de Kuiper (KBO), la zona de los objetos trasneptunianos, donde cientos de miles de objetos congelados y pequeños se encuentran en orbitas circulares como reliquias de la formación de nuestro sistema solar.

La pequeña nave de solo 500 kilogramos de peso, gracias a asistencias gravitatorias consiguió la velocidad de unos 50 000 kilómetros por hora (la segunda nave más veloz construida hasta la actualidad)  y sobrevoló Plutón a unos 12500 kilómetros de distancia enviándonos imágenes de un mundo nunca imaginado y con una estructura superficial no esperada. Fue una exploración pionera e histórica. Las imágenes desde una distancia de 4500 millones de kilómetros de nuestro planeta tardaban casi 4 horas y media en llegarnos.

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Portal de la New Horizons. Toda la información aqui disponible. Crédito NASA

Después de su visita histórica a Plutón, el segundo objetivo primario de la misión era explorar un cuerpo de la zona del Cinturón de Kuiper, explorar el abismo de nuestro sistema solar. El objetivo que alcanzará esta madrugada será un cuerpo que incluso cuando partió de la Tierra en 2006 no conocíamos ni su existencia (fue descubierto por el telescopio espacial Hubble en 2014 en una búsqueda de «objetivos» para la trayectoria de la Horizons), 2014MU69 o más familiarmente, «Ultima Thule». Algunos encendidos de los motores de la Horizons, el último hace escasamente un mes, enfilaron su trayectoria hacia el segundo objetivo de la misión.

Esta madrugada hora española, aún en la celebración del recién estrenado nuevo año 2019, lo sobrevolará a 50 000 kilómetros por hora y a solo 3500 kilómetros de su roja y oscura superficie [3].

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Eventos previstos para la Horizons. Crédito JHU

Esta cercanía de por si no asegura imágenes exitosas, el cuerpo solo tiene unos 35 kilómetros de diámetro y en su lejanía tarda casi 300 años en orbitar nuestra estrella. Por ello la sonda ha recibido un protocolo especial para la toma de imágenes y datos para asegurar su éxito a 6500 millones de kilómetros de nuestro Sol (43 veces la distancia de la Tierra al Sol), esta distancia es tal, que la luz e información tarda unas 6 horas en llegarnos. Nunca jamás hemos explorado un cuerpo a esta distancia, y tras la exploración, en unas horas empezarán a llegarnos las primeras imágenes de uno de los objetos que creemos, son los ladrillos que compusieron los planetas de nuestro sistema solar hace más de 4600 millones de años,… y tenemos muchas preguntas por contestar sobre este periodo de formación planetaria.

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Ilustración de la situación de Plutón y otros objetos del KBO.  Crédito JHU

Las respuestas llegarán en varias semanas de envío de datos (hasta unos 50 giga bits se esperan), y en ciencia, muchas respuestas abrirán nuevos interrogantes.

Después, un nuevo objetivo secundario puede esperar a la New Horizons, probablemente otro cuerpo del Cinturón de Kuiper, en función del poco combustible que le quede para maniobrar, su energía restante para mantener los instrumentos operativos (obtenida por RTG) y el estado general de la nave, pero eso es ya otra historia, Horizons está haciendo historia en estas misma horas que estás leyendo estas líneas.

Celebremos que vivimos en una época de descubrimiento como nunca hasta ahora, porque estas celebraciones se perderán como gotas en la lluvia, con los descubrimientos que vivirán las próximas generaciones.

¡Qué 2019 nos depare muchas más alegrías y descubrimientos que 2018, aún en los océanos más oscuros dónde jamás pensamos llegar!

 

[1] https://www.iau.org/

[2] http://pluto.jhuapl.edu/

[3] http://pluto.jhuapl.edu/Ultima/Ultima-Thule.php