Astrofotografía (Introducción)

1. Introducción

En unas líneas, voy a describir mi iniciación en la observación y fotografía del cielo. Si no eres un nostálgico o no eres una persona que está empezando en esto de la astronomía, te puedes saltar estos párrafos e ir directamente a ver resultados en la pestaña siguiente. Si te quedas a leerlo, espero que comprendas por qué a fuego lento se hace todo mejor y disfrutes del texto.

A principios de los años 80, siendo un crío, me inicié en la astronomía mediante un pequeño telescopio refractor de la marca japonesa Alstar de 60 mm de abertura y 900 mm de distancia focal (se denota como R60/900) en una más que simple montura altazimutal.

Entonces no había mucho donde elegir, al menos, en nuestro país y para un joven de mi edad. Por correo (del de sello y matasello), se podía pedir información a comercios de ciudades donde existían ópticas especializadas (y que conocías por publicidad en revistas y no por Internet). Recuerdo con nostalgia la información de la empresa Imvo, del gran maestro tallador de espejos, ya desaparecido, D. Josep Costas, y si no recuerdo mal, de Microciencia y Óptica Roma. A aquellos con unos añitos en este mundo, estoy seguro que os suenan estos nombres, ¿verdad?

Finalmente, el presupuesto alcanzó para un modesto telescopio que compré en un bazar de mi ciudad (entonces aún no existían los bazares Chinos), donde también tenían dos modelos superiores más de la misma marca. El mío, el más económico, rondaba el, para mí, más que considerable precio de unas 14 000 pesetas (unos 90 euros).

Con él descubrí y dibujé Júpiter y sus lunas, algunos objetos brillantes de cielo profundo como nebulosas (M42, M17, M8 y M20), nebulosas planetarias (M57, M27, etc.), cúmulos globulares (M13, M15, M2, M4, M22, M14, M36, M37, etc.), cúmulos abiertos (Doble de Perseo, M6, M7, M35, etc.) y un buen número de estrellas dobles, algunas de las cuales suponían un reto de localizar (con las cartas celestes mensuales, de las ya desaparecidas publicaciones Algo y Conocer, que venían a ser del estilo de la actual Muy Interesante) y un reto de observar.

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Para aquellos que no estén familiarizados con la nomenclatura anterior, que empieza con la letra «M», hay que decir que se corresponde con un famoso catálogo de objetos de cielo profundo (nebulosas, cúmulos y galaxias) iniciado y compilado en buen número por el astrónomo francés del siglo XVIII, Charles Messier. Suele corresponder, en gran parte, con los objetos más destacables al alcance de un aficionado a la astronomía, por su moderado brillo aparente.

La contaminación lumínica de mi ciudad por aquel entonces no era ni de lejos la actual y, si bien el cielo no era precisamente bueno, aún se podía hacer astronomía visual desde la terraza comunitaria de donde vivía, desde dentro de la población. Si estamos empezando en la astronomía y deseamos observar este tipo de objetos, ya podemos imaginarnos que el exceso de iluminación de ciudades y carreteras (polución lumínica) es un impedimento para observar el cielo y deberemos desplazarnos lejos de ellas.

Siendo aún un adolescente, empecé a salir a campo abierto con otros amigos (hoy les llamaríamos jóvenes «astrofrikis») a descubrir que los objetos ganaban muchísimo en un cielo oscuro y que, además, podía empezar a ver muchos otros.

Con otros telescopios de compañeros de afición, me percaté de que el tamaño o la calidad óptica eran importantes. Así, el reflector de tipo Newton de 114 mm de apertura (T114/900) proporcionaba unas imágenes de cielo profundo netamente mejores que las de mi querido refractor de 60 mm, y un refractor R80/1200 proporcionaba unas imágenes planetarias magnificas para lo que estaba acostumbrado; empecé a pensar que necesitaba un telescopio más grande.

Del contacto con un círculo cada vez mayor de aficionados, a través de jornadas estatales de astronomía fundamentalmente (recordemos que Internet aún no había hecho su aparición), empecé a conocer la astrofotografía como forma de plasmar los detalles que veía al telescopio, pero no solo eso, sino mejorarlos notablemente.

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La película fotográfica tenía varias maravillosas propiedades: acumulaba luz mostrando zonas invisibles a la observación visual, y su rango dinámico era mucho mayor que el del ojo humano. Las primeras fotografías que vi de otros aficionados con equipos que hoy consideraríamos «primitivos», pero que para mí en aquel entonces eran soberbias, me llevaron a decidirme por la astrofotografía definitivamente como el campo que quería explorar a nivel amateur.

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 2. Los inicios 

En 1988, iniciaba mis estudios de Ciencias Físicas en Valencia y mi padre decidió hacerme un gran regalo: nada menos que un reflector de la marca Celestron T150/750 mm sobre montura ecuatorial New Polaris (Vixen) y motorizada en el eje de ascensión recta o AR (este es el eje de una montura ecuatorial que contrarresta el movimiento de rotación de la Tierra y permite mantener un objeto en el campo de visión del telescopio). Era un telescopio algo caro para la época; recordemos que en aquel entonces los telescopios y monturas de fabricación china aún no se fabricaban, y un equipo de estas características rondaba las 200 000 pesetas (1200 euros). Pero yo estaba decidido a practicar la astronomía y, especialmente, cuando pudiera, la astrofotografía de cielo profundo. 

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Del instituto de enseñanzas medias de mi ciudad donde me formé, el I. B. Fco. Ribalta, me llevaba la experiencia de haber sido uno de los promotores de una actividad extraescolar de astronomía durante varios años, que había culminado con la construcción del primer observatorio astronómico en un centro de enseñanza de estas características en la Comunidad Valenciana. Un telescopio T250/1500 de fabricación nacional (y cuestionable calidad en el tratamiento de los espejos) ecuatorial bajo una cúpula de fibra de vidrio de 3 m de diámetro y una de las primeras CCD astronómicas de la casa SBIG: la famosa cámara CCD ST4.

Mi SLR (cámara réflex analógica) por aquel entonces era una cámara rusa Zenit 12XP (que nada tenía que ver con el sistema operativo de Microsoft, al cual aún le faltaba más de una década para nacer) pronto encajó de maravilla a foco primario, que, recordemos, es la forma más básica de acoplar una cámara a un telescopio, y que más campo y luz proporciona.

Después, fue sustituida por una Yashica FX3, más ligera, y, posteriormente, por una Nikon FM, todas ellas cámaras con disparador mecánico y casi nula electrónica (solo el fotómetro de la cámara).

Con películas negativas y diapositiva de 800, 1600 o, incluso, 3200 ISO, pronto me lancé a la astrofotografía de objetos de cielo profundo, poniendo en paralelo al tubo del Newton, mi querido R60/900, con un ocular de retículo iluminado de la marca japonesa Carton (y de diámetro 0,9”, la medida más habitual antes que se estandarizara los oculares de barrilete de 1,25” y 2”), que me costó un ojo de la cara.

Y uno de mis ojos (el derecho, si no recuerdo mal) se pasó noches y noches mirando un retículo, a modo de francotirador de las estrellas del cielo, en campo abierto y oscuro, intentando corregir los defectos de seguimiento en el eje de AR con el primitivo controlador del mando del motor AR, y los defectos de declinación a mano, y con mucho cuidado.

Un buen número de años haciendo esto, casi fotografía artesanal del cielo, y que culminaron con varios premios de astrofotografía, aunque solo voy a mencionar el de 1999 en el I Concurso Internacional de Imagen Astronómica de Canarias, por el que recibí un segundo premio en la categoría de focales largas, por una imagen de la galaxia de Andrómeda (M31) con una exposición de 50 minutos a 800 ISO desde el macizo del Penyagolosa, donde todas las lunas nuevas del verano me escapaba durante unas cuantas noches.

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El aliciente del premio me motivó a intentar abarcar la fotografía del catálogo Messier (110 objetos distribuidos por todo el cielo), idea pensada en unas cuantas ocasiones con anterioridad, pero, en ese momento, salir de la ciudad con todos los trastos para la fotografía y tomar algunas buenas capturas no era, ni de lejos, como se hace en la actualidad. Citemos que solo esperar a revelar el carrete cuando el número de tomas fuera suficientemente alto (por lo menos, unas 24 o 26 de un carrete de 36) implicaba, a veces, un par de meses. El coste del carrete, del revelado y las copias (el laboratorio las trabajaba de forma manual) no daban a la astrofotografía de entonces un carácter económico precisamente.

El proyecto se empezó a postergar y parecía casi un trabajo titánico para mis medios y mi tiempo libre y, con la llegada de la era digital y la invasión de luces que acompañaban a este tipo de práctica (ordenador, pantalla de la DSLR, baterías supletorias y cables, muchos cables), sentí que debía dejarlo por la astronomía que no había hecho durante muchos años por culpa de la astrofotografía: la astronomía observacional —con la cual me inicié en la astronomía—, disfrutando de la contemplación de cielo estrellado en oscuridad y buscando detalles en sutiles nebulosas, con mi viejo Newton de 15 cm o mi flamante Celestron Schmidt Cassegrain de 23 cm (C9.25), que llegó para quedarse a principios de los 2000.

Mientras mejoraba mi equipo para visual (oculares, prisma cenital, montura ecuatorial, etc.), veía como las CCD monocromas —pero, especialmente, las DSLR, cámaras réflex digitales — cobraban protagonismo en el mundo de la astrofotografía. La forma de tomar las imágenes y su procesado (y su reproducción en monitores y no en papel), además de las mejoras en el autoseguimiento (ahora el trabajo «sucio» de las correcciones del seguimiento en ambos ejes de la montura ecuatorial lo hace un CCD conectada a un ordenador) y apuntado de los telescopios, convertían rápidamente a la astrofotografía en una técnica muy popular por unos resultados asombrosos que nada tenían que ver con los analógicos. Sencillamente, se estaba iniciando una nueva era, una nueva revolución que ya había llegado al mundo profesional.

3. La vuelta a la astrofotografía 

En 2010, durante un lapso laboral en mi terreno profesional de la informática, me matriculé en un Máster en Astronomía y Astrofísica, que, por una curiosa carambola, me llevó a trabajar profesionalmente en un observatorio astronómico semiprofesional (OAF, Forcarei) en el interior de Galicia. Durante cerca de 16 meses, y hasta que se acabó el presupuesto de la Xunta, trabajé al modo «profesional».

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Siguiendo una planificación previa, se llegaba al observatorio por la tarde, se comprobaban las instalaciones y las previsiones meteorológicas; si se cumplían los mínimos de humedad y viento en caso de estar despejado el cielo, desde la sala de control (situada bajo la cúpula de 6 m que albergaba el RC de 0,5 m), se abrían las compuertas, se ponía a enfriar la CCD, se igualaba térmicamente el instrumental, se comprobaban todos los sistemas, se tomaban flats de cielo o de cúpula y, posteriormente, se pasaba a la toma de imágenes en los diferentes filtros según la finalidad de las mismas. 

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No importaba el frío que hiciera fuera (en invierno, hace bastante) o, incluso, en la cúpula del telescopio, yo estaba en la sala de control, con mi taza de café, junto a la calefacción y controlando un par de ordenadores y monitores. Conforme se iban descargando las imágenes CCD de una cámara de medio formato (STL 11000) y comprobando el filtrado y saturación de las primeras imágenes, uno se relajaba y pasaba toda la noche así.

Con el alba, se cerraba la cúpula. Café con leche en el pequeño pueblo donde vivía (a algo más de tres kilómetros del observatorio), y a dormir.

En 2012, regresé a Castellón después de mi experiencia en el OAF, con una nueva experiencia y perspectiva del campo de la astronomía y de la astrofotografía. Aunque mis medios de aficionado eran abismalmente más modestos que de los que había dispuesto, mi idea era que, si podía conseguir una forma de trabajo análoga a la del observatorio, y aunque mis tomas no busquen inicialmente ningún tipo de fin científico, la astrofotografía podía volver a interesarme. 

En agosto de 2014, me trasladé a vivir a La Pobla Tornesa, y gracias al entusiasmo de Maite, retomé fehacientemente el interés por la fotografía del cielo.

Así, desempolvé una DSLR Canon 400D modificada (sin filtro IR) adquirida de segunda mano antes de mi marcha a Galicia, desempolvé también mi querido T150/750 con casi 25 años de antigüedad (su relación focal F:5 me permitiría cierto error en el autoguiado que el SC 235/2350 no me permitía por su larga longitud focal), y me propuse ver qué pasaba si tomaba una imagen, como la premiada en 1999 de M31, pero, esta vez, con medios digitales, autoseguimiento, nueva forma de adquirir imágenes (apilado para mejorar la señal a ruido) y posterior procesamiento.

La vuelta a la astrofotografía ha sido con el mismo equipo muy modesto con el que empecé en fotografía analógica (el T150/750 ni siquiera admite un corrector de coma para evitar la distorsión periférica propia de un Newton, fuera del eje óptico), con una nueva montura ecuatorial (la EQ6 de fabricación china), pero, gracias a las técnicas digitales, los resultados nada tienen que ver con los que había obtenido 15 años antes, y que os invito a que exploréis en la siguiente pestaña «Astrofotografía (Galería)».

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Las imágenes que veis son el resultado de los primeros seis meses de trabajo desde el interior de la pequeña y bonita población de La Pobla Tornesa, de algo más de 1100 habitantes, que se encuentra a 20 km de Castellón de la Plana, y 80 km de Valencia. Por lo tanto, es astrofotografía urbana (con filtro CLS), algo imposible con los medios de cuando la película fotográfica. Espero que os guste y recibiré encantado vuestras críticas o consultas.

Al acabar el catálogo Messier con el T150/750 F:5, se sustituyó por el equipo SW T200/1000 mm F:5, con corrector de coma, y una cámara Canon 550D modificada, con lo que mejoraron notablemente las tomas y que podéis contemplar en las diferentes galerías.

5 comentarios en “Astrofotografía (Introducción)

  1. Precioso. Ojalá tenga una historia tan llena de pasión, emoción y devoción como la tuya…no se puede vivir de cara al futuro desligándose del pasado. Tus equipos y los actuales, ambos parecen tener el mismo espíritu de eternidad. Ambos interpretan el propio universo y tiempo y son signo de los tiempos…
    Te admiro!

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  2. Hola German,
    primero quiero felizitarte por camino y introducción y segundo quiero disculparme por mi ortografia que no es la mejor debido a que soy Austriaco y vivo desde hace algunos años en Tenerife.
    Leyendo tu introduccion me sogo animando en mi proyecto.
    Yo hace muchos años , creo mas o menos 25 , en Austria recibi de regalo para navidades un telescopio, ni me acuerdo cual era ni de focal ni nada pero si recuerdo las tardes noches delante de el pegado el ojo y observando.
    Debido a la situacion economica en su momento nunca me he podido permitir algo mas y con 20 años me fui de casa para viajar alrededor del mundo aterizando en tenerife. Ya con mujer y niños me llego la idea a comprar en las navidades pasados un telescopio a mis hijos un 70/700.
    Muchas vezes en verano tenia que subir con ellos a la cumbre del Teide para que pueden observar y yo tambien jejejeje.
    Y ahora me decidido a comprarme un equipo para mi ( y para mis hijos) un reflector SW 200/1000 PDS con una HEQ 5 motorizado (goto) con sistema de seguimento y todo para hacer fotografia a cielo profundo.
    Ya poco a poco estoy ahorando el dinero y mientras a subir al Teide con mi DSLR a probar capturar la via lactea.
    Tienes todo mi respecto y gracias por el animo en mi proyecto, he visto que no soy el unico que casi se olvido de los telescopios y lo ha retomado por su impresionante belleza.
    Un saludo desde Tenerife.
    Rene

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